Oscar Nóbregas Manrique nació en Madrid.
Desde los 25 años se dedica plenamente al mundo de la literatura. Colabora en diversas revistas literarias, así como en programas radiofónicos dedicados a las letras y a la música, tareas que compagina con su afición por la fotografía artística.


Con su novela Retazos de un Bastardo ha conseguido un éxito sin precedentes en los círculos literarios vanguardistas, que le han aupado a una situación de privilegio en el mundo de las letras, por lo arriesgado e innovador de su proyecto. Retazos de un Bastardo es para muchos la obra literaria más original de los últimos años.


Oscar Nóbregas también ha escrito otros libros:
Efluvios Metafísicos (un estudio sobre sexo, droga y rock and roll), El Beso de la Esfinge (novela erótica ambientada en Madrid) y Bajo la Sombra del Yinkgo Biloba (once relatos cargados de sensibilidad e imaginación).
Tiene en proyecto un quinto libro: El Susurro del Cárabo, novela histórica basada en una leyenda rusa del siglo XIX.




Oscar Nóbregas








SIERRA DE GUADARRAMA 
 

















  








   Fotos de la Sierra de Madrid






TENEMOS UN TESORO


Es habitual en el ser humano el hecho de no valorar las cosas hasta que le faltan. Nadie se levanta por la mañana y se plantea que debe de estar agradecido por tener en casa agua corriente o luz eléctrica. Nadie se da cuenta de ello, hasta que un día nos cortan el agua o la luz; entonces automáticamente tomamos conciencia. Algo similar sucedió con el vertido del petrolero Prestige sobre las costas gallegas: tuvo que ocurrir esta lamentable tragedia para darnos cuenta del valor paisajístico y ecológico de nuestro país.



Los que vivimos en los pueblos cercanos a la sierra de Guadarrama somos unos privilegiados, aunque a menudo ignoramos que tenemos un tesoro de incalculable valor. La sierra de Guadarrama es el pulmón de Madrid, y es nuestra obligación el luchar por conservarla en buen estado. Cada cual en su medida —desde el simple excursionista hasta el máximo responsable político—, tiene que aportar su granito de arena tomando conciencia de las cosas, porque quizás llegue un momento en que el daño que se haga sea irreversible. A quién no le ha sucedido ir caminando por cualquier paraje de los muchos que nos ofrece esta maravillosa sierra, y encontrarse de pronto con toda clase de desperdicios: bolsas, latas, botellas, papeles... arrojados al suelo sin el menor escrúpulo ni respeto hacia la naturaleza. Y qué decir de esas ruidosas motos que se meten por cualquier rincón rompiendo el sosiego y degradando la flora; o los flamantes todo-terreno que se suben por cualquier pista forestal y son capaces de llegar hasta el puerto de la Fuenfría, molestando a los montañeros que suben a pie. Esos conductores furtivos que circulan por pistas de tierra con sus 4x4, son los mismos que al día siguiente presumen en la oficina de haberse hecho una marcha de varios kilómetros por la sierra de Guadarrama; eso sí, contaminando y molestando a los que de verdad nos gusta la naturaleza.



Pero hay dos enemigos peores para la sierra que los ya mencionados: los incendios y la especulación. Hace algunos años fuimos testigos de aquel más que sospechoso incendio en San Lorenzo del Escorial, cuyo objetivo final no era otro que la recalificación de los terrenos para así poder construir a costa de nuestra masa forestal. Tiempo después, hubo un intento de construir un hotel en el corazón de Las Dehesas de Cercedilla, junto a la Calzada Romana. Por fortuna, aquel abominable proyecto al final no se llevó a cabo... 

La especulación inmobiliaria es el mayor peligro que puede agredir a nuestra sierra. La mala gestión o los tráficos de influencias de los políticos son más perniciosos que cualquier otra amenaza.
No podemos dejar que el asfalto avance implacablemente, comiéndose año tras año zonas verdes naturales de alto valor ecológico. Parece como si el hombre tuviese una obsesión enfermiza por urbanizar y domesticar la naturaleza.



El hombre "civilizado" desprecia con arrogancia todas las culturas aborígenes, pensando que con su rudimentario modo de vida se han quedado ancladas en el pasado. Desde la prepotencia del mundo occidental nos limitamos a observar las tribus en los documentales como si se tratase de algo insólito y curioso; una mera atracción turística digna de ser exhibida, ignorando que son culturas ancestrales que respetan la naturaleza sin alterar sus ciclos vitales.

Creo que deberíamos planteamos muy seriamente qué significa progreso y civilización. Si eso conlleva esquilmar, degradar y destruir el planeta hasta alcanzar su total destrucción, habría que reflexionar sobre si el progreso y la civilización merecen realmente dichos calificativos o no son más que palabras capciosas que al final nos conducirán a la autoinmolación como  especie.
La vanidad  y la soberbia  del ser humano puede que con el devenir  de los tiempos nos haga pagar un precio muy alto.

Hay que dejar el mejor mundo posible a las generaciones venideras. No merecen encontrarse con un planeta  degradado por la codicia del hombre. Aquí, en Guadarrama, tenemos un tesoro: la sierra; y es nuestra obligación moral no sólo conservarla, sino mejorarla.

Todavía estamos a tiempo.


Oscar Nóbregas













Sierra de Guadarrama. Subiendo a la cima de Peñalara. 






Sierra de Guadarrama. Pared Negra de Peñalara. 
Cascada helada.





Sierra de Guadarrama. Cima de Peñalara. 





Sierra de Guadarrama. En la Cima de Peñalara con la Bola del Mundo al fondo. 





Sierra de Guadarrama. Laguna de Peñalara. 






Sierra de Guadarrama. Cima de Peñalara. 







Sierra de Guadarrama. Cima de Peñalara. Sentado entre rocas. 






Sierra de Guadarrama.  Risco de los Claveles, Peñalara.







Sierra de Guadarrama.  Laguna de Los Pájaros,
 Cima de Peñalara y Risco de los Claveles al fondo.







Sierra de Guadarrama. La Vía Láctea desde la Laguna de Peñalara.


















Sierra de Guadarrama. Cabezas de Hierro desde Peñalara.






Sierra de Guadarrama desde Segovia con Valdesquí al fondo. 
Con Enrique Mañas Baena, amigo de la juventud.





Sierra de Guadarrama. Subiendo a Siete Picos. 





 Con Silvia y Willie







Sierra de Guadarrama. Peña del arcipreste de Hita. 







Sierra de Guadarrama. Vista de los Siete Picos nevados desde Camorritos.








Sierra de Guadarrama. Camorritos camino de Siete Picos.







Sierra de Guadarrama. Camorritos. Arroyo nevado.






Sierra de Guadarrama. Camorritos. Sobre el arroyo nevado. 





Sierra de Guadarrama. Camorritos. Sobre el arroyo nevado. 






Sierra de Guadarrama. Camorritos. Cruzando el puente de madera nevado. 













Sierra de Guadarrama. Picos del Dragón o Siete Picos.




Sierra de Guadarrama. Picos del Dragón. Formaciones rocosas.







Sierra de Guadarrama. Picos del Dragón. Formaciones rocosas.






Sierra de Guadarrama. Picos del Dragón. Formaciones rocosas.






Sierra de Guadarrama. Picos del Dragón. Formaciones rocosas.






Sierra de Guadarrama. Picos del Dragón. Formaciones rocosas.






Sierra de Guadarrama. Picos del Dragón. Formaciones rocosas.














Sierra de Guadarrama. Pico de La Maliciosa y Presa de La Barranca.







Sierra de Guadarrama. Paisaje nevado desde La Maliciosa.






Sierra de Guadarrama. Paisaje pedregoso desde La Maliciosa.







Sierra de Guadarrama. Cima de La Maliciosa.





Sierra de Guadarrama. La Maliciosa vista desde la presa de La Barranca.






Sierra de Guadarrama. Presa de La Barranca.







 








Sierra de Guadarrama. Canencia. Paisaje de pinos nevado. 







Sierra de Guadarrama. Cerca del Camino Schmid.






Sierra de Guadarrama nevada. Vertiente norte bajando de Siete Picos. 







Sierra de Guadarrama. Bola del Mundo. Caballos pastando. 







Sierra de Guadarrama. Embalse de Navacerrada.







Sierra de Guadarrama. 
Amanitas muscarias en el abedular de Canencia.

















Sierra de Guadarrama. Cascada de los tejos. 






Sierra de Guadarrama. Cascada de los tejos. 






Sierra de Guadarrama. Cascada de los tejos. 






Sierra de Guadarrama. Cascada de los tejos. 






 Sierra de Guadarrama. Cascada de los tejos. 






Sierra de Guadarrama. Cascada de los tejos. 





  Sierra de Guadarrama. Cascada de los tejos. 






 








Sierra de Guadarrama. Puerto de la Fuenfría. 







 Sierra de Guadarrama. Puerto de la Fuenfría. 







Sierra de Guadarrama. Puerto de la Fuenfría. 






Sierra de Guadarrama. Puerto de la Fuenfría. Ave en vuelo. 
















Sierra de Guadarrama. Puerto de la Fuenfría. 
Camino del paraíso...





Sierra de Guadarrama. Puerto de la Fuenfría.





Sierra de Guadarrama. Uno de los Siete Picos nevado entre pinos. 






Sierra de Guadarrama. Uno de los Siete Picos nevado. 





Sierra de Guadarrama. Uno de los Siete Picos nevado. 






Sierra de Guadarrama. Uno de los Siete Picos nevado (Pico Somontano).




 

Sierra de Guadarrama. Siete Picos cubiertos por una nube. 






 






Sierra de Guadarrama.  Arroyo del río Lozoya





Sierra de Guadarrama.  
Javier, compañero de andanzas por la montaña...
Arroyo del río Lozoya






Sierra de Guadarrama.  Bajando al arroyo del río Lozoya.






Sierra de Guadarrama.  Baño en aguas del deshielo.
Arroyo del río Lozoya





Sierra de Guadarrama.  Arroyo del río Lozoya





Sierra de Guadarrama.  Arco iris.
Arroyo del río Lozoya





Sierra de Guadarrama.  Arroyo del río Lozoya.





Sierra de Guadarrama. Árbol caído.
Arroyo del río Lozoya.














Sierra de Guadarrama. La Pedriza.
Vista panorámica.





Sierra de Guadarrama. La Pedriza.
Sendero en la cuenca alta del Manzanares.





Sierra de Guadarrama. La Pedriza.
Formaciones rocosas.





Sierra de Guadarrama. La Pedriza.
Sendero en la cuenca alta del Manzanares.





Sierra de Guadarrama. La Pedriza.






Sierra de Guadarrama. La Pedriza.
El Pájaro





Sierra de Guadarrama. La Pedriza.
Puente sobre el río Manzanares.






Sierra de Guadarrama. La Pedriza.
El Cancho de los Muertos.






Sierra de Guadarrama. La Pedriza.
Mogote de los suicidas.






Sierra de Guadarrama. La Pedriza.
Vista de La Maliciosa desde la subida a la Pradera del Yelmo.






Sierra de Guadarrama. La Pedriza.
Vista de La Bola del Mundo al fondo.







Sierra de Guadarrama. La Pedriza.
El Pájaro, Las Buitreras y Los Guerreros en primer plano iluminados por el sol.
Detrás, en sombra, El Cocodrilo y al fondo La Esfinge.






Sierra de Guadarrama. La Pedriza. Peña Sirio, roca y nieve.






Sierra de Guadarrama. La Pedriza en un día con niebla.





Sierra de Guadarrama. La Pedriza en un día con niebla.






Sierra de Guadarrama. La Pedriza en un día con niebla.






Sierra de Guadarrama. La Pedriza en un día con niebla.






Sierra de Guadarrama. La Pedriza en un día con niebla.






Sierra de Guadarrama. La Pedriza. Collado de la U.






Sierra de Guadarrama. Vista de La Pedriza con El Pájaro (dcha).






Sierra de Guadarrama. La Perdiza.
 Cabras hispánicas y Embalse de Santillana. 




Sierra de Guadarrama. Cabra hispánica en un risco de La Pedriza. 





Sierra de Guadarrama. La Pedriza.















Sierra de Guadarrama. Bosque de La Herrería.






Sierra de Guadarrama. Robledal de Las Dehesas.
Perdido entre rocas.





Sierra de Guadarrama.  Río Valsaín.






Sierra de Guadarrama.  Río Lozoya. 
 Puente de la Angostura.





Sierra de Guadarrama.  Río Lozoya.
Puente de la Angostura.






Sierra de Guadarrama.  Río Lozoya.
Puente del Congosto. SigloXII.






Sierra de Guadarrama.  Río Lozoya. 







Sierra de Guadarrama.  Pozas del río Eresma.
Boca del Asno.






Sierra de Guadarrama.  Canencia en otoño.







Sierra de Guadarrama.  Nevada en los bosques de Valsaín.






Sierra de Guadarrama.  Zorro cerca de Cotos.







Sierra de Guadarrama.  Pinares de Valsaín nevados.







Sierra de Guadarrama.  Entre Claveles y Peñalara. 








Oscar Nóbregas. Sierra de Guadarrama 











CATÁSTROFE DEL PRESTIGE


La ineptitud de nuestros gobernantes provocó una de las mayores catástrofes ecológicas que ha sufrido la Península Ibérica: el vertido de crudo del petrolero Prestige sobre las costas del norte de España a lo largo de 2.000 kilómetros.



















Quince años después del desastre, por fortuna la costa se ha recuperado en gran medida:










































































































































































































































































Paisajes de Galicia y Asturias







Otros tesoros de la Península Ibérica



 

Oso Pardo






Lince







Lobo












CARTA DEL JEFE INDIO



La especie humana desde que empezó a dominar el mundo ha mantenido una actitud ambigua, siendo capaz de lo más sublime y de lo más mezquino.

El cambio climático no es ninguna broma. Es la factura que nos está empezando a pasar el planeta por la mala gestión de los gobernantes y la codicia insaciable de las multinacionales.

Los que tan sólo hace unos años llamaban alarmistas a todos aquellos que luchan por defender la Tierra, ahora se tienen que tragar sus palabras al comprobar cómo estamos deteriorando nuestra casa a pasos agigantados. De nada nos sirve tener muebles de lujo, si con el tiempo se nos acaba cayendo el tejado encima. Y eso es lo que va a pasar como no pongamos remedio cuanto antes.

Desde hace tiempo llevamos sumidos en una crisis económica que nos ha hecho caer en un pesimismo generalizado a nivel mundial. Sin embargo,  esa crisis que se basa en  cambios bursátiles, no va a ser nada comparada con la verdadera crisis que amenaza al hombre.
Cuando los polos se derritan de manera irreversible, todos esos números irán a parar al desagüe del planeta y ya no tendrán ningún sentido.
La carta del Jefe Indio escrita hace más de 150 años, es un mensaje profético y  lleno de sabiduría.  


CARTA DEL JEFE INDIO SEATLE AL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS


 “El Gran Jefe en Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. También nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, ya que de no hacerlo, el hombre blanco vendrá con sus armas de fuego y tomará nuestras tierras. El Gran Jefe en Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seatle, con la misma certeza que el regreso de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas:


 


¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarnos a nosotros?


Habéis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido, son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles, porta las memorias del hombre de piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las fragantes flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el águila majestuosa, son nuestros hermanos; las crestas rocosas, las savias de las praderas, todo pertenece a la misma familia. Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras, es mucho lo que pide.


El Gran Jefe dice que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros; él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos; mas eso no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua que corre por los ríos no es meramente agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos que lo son, y que cada reflejo en las aguas claras de los lagos, habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Los ríos son nuestros hermanos; ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos.


Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra. La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja; pero quizás sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar dónde se pueda observar crecer las hojas en primavera; pero quizás sea así porque soy un salvaje y no puedo comprenderlo. El ruido de la ciudad parece insultar los oídos. ¿Qué clase de vida es cuando el hombre no puede escuchar el aullido del lobo o la charla de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo. Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cara del lago y el olor mismo del viento, purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos. El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre. Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas.


He visto miles de bisontes pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo cómo el humeante caballo de hierro, puede ser más importante que el bisonte al que sólo matamos para poder vivir. ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu; porque todo lo que ocurre a los animales, pronto habrá de ocurrir también al hombre. Todas las cosas están relacionadas entre sí. Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis decirles que está plena de la vida de nuestros antepasados; debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le afecta a la tierra, afecta a los hijos de la tierra. La tierra no pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida, es sólo una hebra de ella; todo lo que le haga a la red se lo hará a sí mismo. Todas las cosas están relacionadas, como la sangre que une a cada familia.


¿Qué sucederá cuando los bisontes hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por alambres? ¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Así termina la vida y comienza la supervivencia.”


 

Jefe indio Seatle de la tribu Suwamish, 1854.


  

Corrección de estilo por Oscar Nóbregas








 






Profecías del Jefe Indio





El Ártico y la Antártida están comenzando a derretirse sin remedio.

Hace algún tiempo se hundió una parte importante de la plataforma glaciar antártica, cuya formación se remonta a 12.000 años. Poco después, otro bloque de hielo de 75 kilómetros de largo se desgajó de la placa de Ross, al sur de Nueva Zelanda. Meses más tarde, científicos del Centro Nacional del Hielo de Estados Unidos anunciaron un nuevo desprendimiento de hielo de 200 kilómetros de longitud también en el Mar de Ross.



La creación de icebergs es una amenaza para el clima mundial y la forma en que funcionan los océanos; además no tiene vuelta atrás. La pérdida de masas de hielo del continente antártico ocasionaría un aumento significativo en el nivel del mar, provocando la desaparición de miles de poblaciones que se encuentran a pocos metros sobre la línea de marea. Esto tendría consecuencias devastadoras para aquellos países compuestos por islas o los que, estando en territorio continental, cuentan con grandes extensiones de tierras bajas en sus zonas costeras.



El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) vaticinó en uno de sus últimos informes que ciudades como Nueva York, Boston o Miami podrían llegar a sufrir inundaciones de sus costas por el aumento del nivel del mar, que es de entre 2 y 10 centímetros cada diez años.

El calentamiento global está subiendo la temperatura del Ártico casi el doble de rápido que en el resto del planeta, en un deshielo que amenaza a millones de vidas y podría extinguir a los osos polares para el 2100.



El estudio más grande realizado hasta la fecha sobre el clima del Ártico, con la participación de 250 científicos, aseguró que el calentamiento acelerado podría ser un anticipo de trastornos más amplios debido a las acumulaciones de emisiones humanas de gases invernadero en la atmósfera de la Tierra.

Las temperaturas del Ártico están elevándose casi el doble del promedio global y podrían subir entre 4 y 7 grados para el 2100, aproximadamente el doble del promedio mundial proyectado por informes de la ONU. Siberia y Alaska ya se han calentado entre 2 y 3 grados desde la década de 1950.



Los posibles beneficios como más pescas productivas, fáciles accesos a depósitos de gas y petróleo o rutas navieras transárticas serían sobrepasados por las amenazas a los indígenas y los hábitats de animales y plantas.

El mar congelado alrededor del Polo Norte podría desaparecer en el verano para finales de este siglo. La extensión del hielo ya se ha reducido entre un 15 y un 20 por ciento en los últimos treinta años.


 «Es poco probable que los osos polares sobrevivan como especie si hay una casi completa pérdida de cubierta helada en el mar durante el verano», dice el informe. En tierra, las criaturas como el conejo de Noruega, los caribúes, los renos y los búhos nevados están trasladándose a zonas del norte mucho más estrechas.


Ellos no se lo merecen:

































  




  
















  




  











































  
























  
  






  













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Greta Thunberg: un ejemplo a seguir.
Todavía hay esperanza...


La adolescente Greta Thunberg avisa a los políticos: serán los "mayores villanos" si no frenan el cambio climático:

"Tenemos que centrar cada pulgada de nuestro ser en el cambio climático, porque si fracasamos, todos nuestros logros y progresos no habrán servido para nada. Y todo lo que quedará del legado de nuestros políticos será el mayor fracaso de la historia humana y serán recordados como los mayores villanos de todos los tiempos, porque habrán elegido no escuchar y no actuar".














Sombra y Luz






Un anciano indio Cherokee invitó a los niños de la aldea a sentarse en círculo para contarle un cuento sobre la vida, sobre los distintos caminos que podemos elegir para seguir en la vida. El indio les dijo:

“Hay una batalla que siempre ocurre en mi interior y que también estará en vuestro interior… es una gran pelea entre dos lobos:
- Un lobo representa: el miedo, la ira, la envidia, la pena, el arrepentimiento, la avaricia, la arrogancia, la culpa, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras, el falso orgullo, la superioridad y el ego.
- El otro lobo es: la alegría, la paz, el amor, la esperanza, el compartir, la serenidad, la humildad, la amabilidad, la benevolencia, la amistad, la generosidad, la verdad y la fe.”

El anciano miró a los niños y les dijo:
- “Esa misma lucha está teniendo lugar en vuestro interior y en el de cualquier persona que viva.”

Los niños se quedaron pensando un momento y uno de los nietos le preguntó al abuelo:
- ¿”Y cuál de los dos lobos ganará”?

El anciano Cherokee, respondió:
- “Ganará al que tú decidas alimentar, al que más alimentes”.














Oscar Nóbregas, escritor












FANTASÍA Y OTRAS HIERBAS


DUENDES 

Duendes caseros





Os diré que no es nada usual encontrar duendes caseros. Suelen vivir en casas de campo y muy rara vez en las ciudades, aunque se ha dado algún caso aislado; pero la mayoría de los duendes necesitan la vegetación, casi tanto como el aire que respiran... Aun así, los duendes caseros son los que mejor se han adaptado a un contacto más estrecho con los seres humanos.


Para que los duendes caseros convivan con humanos, deben cumplirse varios requisitos imprescindibles: tienen que ser de corazón puro, o por lo menos, gente muy especial; de lo contrario, es imposible que un duende casero se relacione con una persona. Otro de los requisitos, es que tampoco puede haber gatos en la casa, porque éstos no hacen buenas migas con los duendes caseros, ya que siempre los ven como rivales... Si tienes un gato en tu casa y de pronto le ves alzar la cabeza o mover las orejas de un modo extraño, puede que un duende casero esté merodeando por allí...


Hay duendes caseros que son más huidizos y se mantienen en un término medio: conviven con las personas pero no se hacen ver, aunque sí dejan muestras ostensibles de su presencia: a veces tiran cáscaras de frutos secos en el suelo de la cocina o revuelven los cajones para prepararse un lecho entre la ropa. Algunos duendes caseros hablan con seres humanos, pero solamente lo hacen cuando éstos duermen... Al día siguiente esa persona se despierta sin acordarse de nada, aunque con una sensación extraña, como de haber estado conversando durante toda la noche...


Los duendes caseros suelen ser traviesos: te cambian las cosas de sitio o te esconden los calcetines para que no los encuentres al levantarte por la mañana; aunque, tengo que decir en su defensa que lo hacen sin ninguna maldad y solamente para divertirse un rato... Pero os aseguro que os benefician más que os perjudican: los duendes caseros ahuyentan las alimañas en las casas de campo, y también impiden que de noche las escolopendras o las arañas se suban por las patas de tu cama para hacerte una visita no demasiado agradable... A cambio, los duendes lo único que hacen es cogerte unas cerezas del frutero, o algunas nueces de la despensa.


Os aseguro que es muy difícil ver un duende casero si ellos no lo desean; yo diría que se trata de algo casi imposible... Sus piernas son infinitamente más rápidas que nuestra mirada… A veces, todos nosotros hemos intuido su presencia, y cuando se descuidan, hemos podido ver su sombra moviéndose sobre la pared, o algo parecido a una diminuta silueta en el alféizar de la ventana... En cualquier caso, un consejo os doy: nunca intentéis buscar un duende; es tiempo perdido. Porque cuando nosotros vamos, los duendes ya están volviendo...


Pero como sucede con todo, siempre hay una excepción: los bebés y los ancianos sí tienen la capacidad de poder ver duendes caseros. Los duendes caseros aprecian a los bebés, porque saben que son seres humanos en estado puro, muy lejos aún de perder esa transparencia con la cual todos nacemos, y que el paso del tiempo nos va haciendo perder... Los duendes caseros juegan con los bebés y les hacen carantoñas; cuidan en todo momento de ellos y los arropan si durante la noche se les cae la manta, vigilando siempre ojo avizor que ningún insecto pueda subirse a la cuna... También les dan el chupete cuando lloriquean demasiado y sus padres no les oyen durante la madrugada. Dicen que la primera sonrisa de un bebé surge, cuando un duende casero le hace cosquillas en los pies…


Pero todo tiene su fin. Durante los días en que los bebés comienzan a balbucear las primeras palabras, los duendes caseros ya no se dejan ver más por ellos.





 
Duendes de la sierra






Hay tres tipos de duendes en nuestra sierra: el campestre, el montaraz y el albino. Ahora, os hablaré de las peculiaridades de cada tipo de duende:
Los campestres están asentados en diferentes puntos de la sierra, extendiéndose en ocasiones más allá de sus límites. El duende campestre es el más común y prolífico de los tres; sin duda es el que más abunda. Suelen tener el pelo negro, y castaño en alguna ocasión. Los colores de sus ropajes oscilan entre los tonos rojizos y verdosos, usando generalmente calzado de color marrón. Son primos hermanos de los duendes caseros; éstos últimos dejaron su vida campestre a medida que el hombre iba comiendo terreno a la naturaleza y ocupaba su hábitat natural. Los duendes caseros, de los cuales ya os hemos hablado, visten con tonos verdosos, marrones y anaranjados, y son de pelo castaño. Pero volvamos con sus primos:
Dentro de los propios duendes campestres, podemos diferenciar dos tipos: los que habitan las zonas más húmedas; es decir: hayedos, robledales, prados, regatos de arroyos y demás zonas umbrías de los bosques; preferentemente donde crezcan hongos y todo tipo de setas; en especial las amanitas muscarias, esas setas rojas de lunares blancos.


Hay una comunidad muy grande de estos duendes por la sierra de la Herrería, cerca del Escorial. También abundan duendes campestres en el río Alberche, Robledo de Chavela, los alrededores de la Jarosa en Guadarrama, las Dehesas de Cercedilla, los valles de la Pedriza, los robledales de Miraflores de la Sierra, e incluso en el hayedo de Montejo, donde se dice que viven los más sabios duendes campestres de la provincia de Madrid. Luego están los duendes campestres que habitan zonas más secas y menos frondosas. Algunos de ellos merodean el pinar del monte de El Pardo, y toda la sierra de Galapagar y Torrelodones, donde se cobijan entre las raíces de los arbustos, haciendo cuevas en el suelo prácticamente invisibles para el hombre.


      Los duendes campestres son los más sociables de todos los que habitan la sierra de Guadarrama. Sin lugar a dudas son mucho más aficionados a las fiestas y a las celebraciones que los duendes montaraces: rudos, hoscos y de pocos amigos, o que los duendes albinos: huidizos e insólitos hasta convertirse en prácticamente invisibles. Los duendes campestres son juerguistas y aficionados a la bebida. Sus jugos favoritos son los del licor de arándanos y el de cantueso, que sólo usan para eventos muy especiales; aunque en sus recetas se pueden hallar decenas de jugos silvestres, algunos de ellos con propiedades mágicas. Los duendes campestres son vegetarianos: se alimentan de todo tipo de frutos silvestres, hierbas y hortalizas. En alguna ocasión hacen pastelillos preparados con frutos secos y miel; en especial cuando tienen que realizar largas caminatas, como es el caso de Okumy, que, por si no os lo dije aquella vez que os desvelé su misterio, Okumy es un duende campestre de las zonas húmedas.


Como ya os comenté en aquella ocasión, los duendes campestres suelen vivir en cuevas construidas bajo las amanitas muscarias. Entre sus enemigos más temibles, se encuentran las víboras, las tarántulas, los alacranes y las escolopendras. Pero hay un enemigo más cruel que supera a todos estos juntos: el hombre. Los duendes campestres están terriblemente alarmados, porque el hombre le está comiendo el terreno año tras año. Las urbanizaciones, que cada vez se adentran más en el corazón de la sierra, son una amenaza casi apocalíptica para ellos. Las carreteras también son un obstáculo para los duendes, ya que les dificultan el poder trasladarse de un lugar a otro con tranquilidad; sobre todo cuando se celebra el Congreso Anual de duendes en la noche de San Juan, donde los duendes campestres de toda la región se reúnen en un punto secreto de la sierra de Guadarrama para debatir sus problemas, la mayoría de ellos relacionados con la amenaza constante del hombre.
Todos los duendes, tanto campestres, montaraces, como albinos, son inmunes a la mortandad; nunca mueren, a no ser que fallezcan de manera accidental. Llega un momento de su madurez en el que ya no envejecen más. El patriarca de cada comunidad se diferencia del resto, en que las barbas blancas le llegan hasta la punta de los pies.



Ahora os hablaré de los duendes montaraces: 

Los duendes montaraces son más robustos que el resto de los duendes de la sierra. Miden tres dedos más que los campestres. Son pelirrojos, algo obesos y de anchas barbas. Sus ropas son poco vistosas, de tonos pardos y marrones. Viven en una zona intermedia, entre el valle y las cumbres de las montañas. Son más rudos y ásperos en el carácter que los campestres. Si se enfadan, pueden llegar a ser agresivos. Con espinas de ramas y huesos de animales se fabrican pequeñas armas punzantes. Los duendes montaraces conservan un par de colmillos puntiagudos, que el resto de los duendes han perdido. Se rumorea que descienden de unos duendes que aún habitan el centro de Europa. Hay quien dice, que algunos duendes montaraces están emparentados con el famoso cuélebre asturiano, de ahí sus malas pulgas.
El duende montaraz habita por Peguerinos, el puerto de Abantos, los valles de la Peñota y la Maliciosa, los bosques de la Pedriza, la sierra de la Cabrera y el puerto de Somosierra. También merodea las zonas bajas de los Siete Picos y las Dehesas de la Calzada Romana. Algunos duendes aseguran haber visto el espíritu del guerrero celtíbero Gabarok, deambulando por la calzada en noches claras de luna llena...



Los duendes montaraces son omnívoros, tendiendo incluso a comer más carne que verdura. No le hacen ascos a los insectos ni a las culebras, y los huevecillos de las aves para ellos son un manjar delicioso. Dicen que suelen abundar duendes montaraces tuertos, ya que han sido sorprendidos en más de una ocasión robando los huevos de las cornejas y las urracas. El duende montaraz aprovecha los huecos naturales de los árboles para vivir, y a veces también los agujeros abandonados de las abubillas, esos pájaros carpinteros de colores vistosos. A menudo los duendes montaraces vacían la despensa de las ardillas, cuando éstas se encuentran dormitando en su letargo invernal. Los más atrevidos, incluso se adentran en las oseras; pero ya sabéis que debido a la mala naturaleza del hombre, los osos han desaparecido de casi toda la península, exceptuando algunos reductos aislados en el norte.


Su bebida favorita es el licor de bellota, y sus cogorzas les pueden dejar varios días durmiendo la mona dentro de los troncos. Sus enemigos más habituales son las comadrejas, las ginetas, los linces y los córvidos. Los duendes montaraces apenas se relacionan con los duendes campestres, con los cuales suelen tener alguna trifulca en los límites de sus dominios. Con los duendes albinos apenas tienen contacto, pues rara vez un duende montaraz se aventura a subir hasta las gélidas cumbres de las montañas, a no ser que estén huyendo de algún enemigo.



Por último, os hablaré de los duendes albinos:

Los duendes albinos son los más difíciles de hallar. Si de hecho es raro ver un duende, contemplar un duende albino es casi un milagro. Sus orígenes se remontan a las lejanas tierras glaciares. Desde Siberia y Laponia fueron extendiéndose poco a poco, en tiempos más felices para los duendes albinos. Sus cabellos son de un rubio azulado. Su piel blanca y suave, se podría decir que es de porcelana. Suelen ser esbeltos, dúctiles y elegantes en los movimientos. Calzan zuecos labrados en cáscaras de frutos secos para protegerse del frío de las cumbres, y sus ropajes oscilan entre tonos azules, amarillos y blanquecinos. Los duendes albinos son místicos, huidizos, austeros y bondadosos. Se alimentan frugalmente de bayas, piñones y del jugo de las flores silvestres. Con los pétalos de la flor de edelweiss preparan un brebaje, con el cual pueden estar incluso varios días sin comer.

A los duendes albinos les encanta ver ponerse el sol desde las cumbres nevadas, mientras tocan suaves melodías bucólicas. Fabrican flautas hechas con pequeñas cañas, y una especie de arpas de sonido muy dulce, con las cuales entonan cánticos muy similares al Kalevala finés. Los duendes albinos son felices en la nieve. Viven en hendiduras y grietas de los riscos más ásperos escondidos entre los carámbanos, donde se preparan confortables lechos de paja. El duende albino nunca bebe agua líquida; prefiere lamer la nieve. En verano se refugian en los neveros porque no soportan el calor. Durante el estío, sólo salen de sus cuevas al atardecer. Aparte del hombre, los principales enemigos del duende albino son el azor y el halcón.


Durante el solsticio de invierno, se reúnen en las cumbres nevadas para entonar sus cánticos celestiales acompañados de arpas y flautas. Pero jamás ingieren alcohol; tan sólo el jugo mágico de la flor de edelweiss. Los pocos duendes albinos que se han visto, merodean por las cumbres de Peñalara y por la laguna de los Pájaros.


Dicen que hay una comunidad relativamente numerosa en las Cinco Lagunas de Gredos y que antaño habitaban la Laguna Grande del Circo; pero poco a poco el hombre les hizo huir de esos parajes. Antiguamente abundaban por el puerto de la Morcuera, Canencia, y todo el valle de Lozoya hasta los robledales de Rascafría. Tiempo atrás quedaron relegados a las cimas de Peñalara, y se teme que estén extinguidos por culpa de los cazadores, ya que hace muchos años que no dan señales de vida. El último duende albino fue visto por un montañero, allá por la década de los sesenta. Los duendes albinos son tan frágiles y sensibles, que a pesar de su naturaleza inmortal, la sola presencia de un hombre les puede producir la muerte...


     Nadie cree a los que dicen haber visto duendes en la sierra de Guadarrama, y el que se atreve a afirmarlo le toman por loco o visionario. Tampoco se ha encontrado jamás el cuerpo sin vida de estas criaturas; pero ello obedece a una razón: si un duende llegase a morir de forma accidental, su materia se descompondría en pocas horas, convirtiéndose en una masa gelatinosa, la cual no demuestra de ninguna manera que aquello haya podido ser un duende ni nada parecido. Por lo tanto, es completamente imposible hallar el cadáver de un duende. Tan sólo se puede demostrar su existencia si son capturados vivos; aunque, como os dije en cierta ocasión, más vale que no intentéis buscar un duende. Sin duda es tiempo perdido, porque cuando nosotros vamos… ellos ya están volviendo.


Oscar Nóbregas


  




 








Escucha aquí El Bosque Encantado:





Entrando en el bosque encantado...




El bosque encantado





«Desnúdate... Deja todos tus prejuicios en el lindero del bosque y penetra en la espesura con una sola cosa: tu imaginación... Acompáñanos en nuestra aventura por: El Bosque Encantado».

Así comienza uno de los programas más suge­rentes e imaginativos de la Radio. Se trata de un fantástico periplo por el interior de un bosque, donde pululan eternamente personajes tan carismáticos como el Druida Ermitaño, el Duende Okumy, el Juglar, la Princesa Freya y Yorik el Trasgo.

Robles milenarios… hayas retorcidas... setas venenosas... rapaces nocturnas... aullidos… susurros... neblina... ojos refulgentes en la oscuridad..., forma el universo en el que conviven hadas, elfos, duen­des, trasgos, dragones y toda clase de seres mitológicos. En ese paraje fantástico, tienen lugar los encuentros literarios del programa. Caminando al azar por las sendas del Bosque Encantado, leere­mos libros bajo el roble del Druida Ermitaño; escucharemos citas y fra­ses filosóficas robadas a sabios por el duende Okumy; recitaremos poe­sías acompañadas por la flauta del bucólico Juglar; calmaremos el la­mento de la princesa elfa Freya con leyendas; temblaremos bajo los truenos que anuncian la llegada de Yorik el Trasgo...

El Bosque Encantado es un programa intimista, misterioso y comprometido que hace volar nuestra mente, evadiéndonos de esta realidad mundana que nos ha tocado vivir, donde, paradójicamente, en lo único que se profundiza es en lo superficial. Escucha este fantástico programa y seguro que repetirás; pero... recuerda: nunca podrás regresar al Bosque Encantado si careces de una cosa: imaginación.







EL BOSQUE ENCANTADO

Bienvenidos al Bosque Encantado, programa de literatura y fantasía. Todas las semanas en nuestro periplo dentro del bosque, nos perderemos por sinuosos senderos que, bajo la frondosidad de los árboles y caminando al azar, nos trasladarán a un lugar diferente de la espesura, a cada cual más mágico y sorprendente. Permitidme que os lleve a los cinco rincones del bosque donde tendrán lugar nuestros encuentros. Esos cinco lugares, son:


EL ROBLE DEL DRUIDA ERMITAÑO 

EL ZURRÓN DE OKUMY

EL JUGLAR

EL LAMENTO DE FREYA
 


EL CRÁNEO DE YORIK















Paso a paso, nos adentramos en el bosque por umbrías y brumosas sendas, en busca del roble del druida ermitaño… Para llegar a este viejo roblón, hay que permanecer atento, y escuchar entre la fronda del bosque, la música envolvente que el druida ermitaño utiliza para sus hechizos… Bajo las milenarias ramas del roble, leeremos pasajes de libros de todo tipo de escritores, ya sean clásicos o contemporáneos; ya sean novelistas o ensayistas. También leeremos toda clase de textos que nos parezcan interesantes y dignos de mencionar: bajo el roble del druida ermitaño. 







Continuamos nuestro camino por el bosque, mientras decenas de seres nos observan con sigilo en la oscuridad…Vagando eternamente en busca de frases y citas, nos encontramos al duende Okumy con su zurrón de cuero. Okumy nos hará reflexionar con frases filosóficas y textos cargados de espiritualidad. 






Sentado junto al regato de cualquier arroyo nos podemos encontrar con el juglar, siempre componiendo versos y haciendo sonar su flauta mágica inspirado por dulces melodías medievales... En compañía del juglar os leeremos todo tipo de poesías, acompañadas por bellas canciones, que a veces harán referencia a los versos recitados.













En el corazón del bosque, rodeado por viejas y retorcidas hayas se encuentra el lago del bosque encantado… Multitud de hadas, elfos y unicornios merodean sus parajes... El lago aún permanece habitado por dragones y toda clase de seres mitológicos… Bajo sus aguas mora el cuerpo de Freya, la princesa elfa que murió ahogada en el lago por culpa de un desamor… Dicen que en las noches claras de luna llena, aún se puede escuchar el lamento de Freya emergiendo de las profundidades… También aseguran que lo único que calma su dolor, es el poder recrearse con cualquier relato que distraiga sus pensamientos… Por eso, cuando nos encontremos junto al lago del bosque encantado, narraremos cuentos y leyendas que puedan calmar: el lamento de Freya.
















En lo más recóndito del bosque, junto a las montañas brumosas, vivía Yorik el trasgo, condenado al exilio por su pertinaz disidencia… De Yorik, ya solamente quedan los susurros de su voz flotando entre la espesura del bosque... y su viejo cráneo desgastado por el paso del tiempo… Yorik nos revelará todo aquello que los seres del mal tratan de ocultarnos en la zona oscura… «Ser, o no ser»: el cráneo de Yorik.














Una vez presentados los protagonistas del bosque, caminaremos al azar hasta tropezamos con alguno de ellos...

Sí, tumbado en la hierba junto a un acebo, puedo ver la silueta de Okumy... Mientras descansa plácidamente, voy a hablaros un poco más en profundidad acerca de él: Okumy es un duende del Bosque Encantado, que va con su zurrón recogiendo frases y citas de acá y de allá. Okumy se mete por los cajones de escritores, poetas y sabios, para curiosear sus papeles secretos…

Es posible que también se cuele en tu habitación, si te ha observado escribiendo cualquier cosa: una poesía, una cita, una carta de amor... No importa que después lo tires a la papelera; de hecho, es el lugar favorito de Okumy para curiosear textos sin que nadie le pueda sorprender… Okumy también es un experto en registrar escritorios. Si escribes algo y al día siguiente ves tu cajón revuelto, con hojas en el suelo, o en un sitio distinto de donde las dejaste, puede que Okumy haya estado merodeando por allí con su zurrón durante la madrugada…

Okumy recoge citas de escritores famosos, pero también de poetas y sabios desconocidos, que prefieren permanecer en el anonimato…

Okumy en el idioma élfico significa “agua que cae de la cascada”, porque su madre tuvo que ocultarse en la cueva de una catarata durante una fuerte tormenta… Allí fue donde dio a luz a Okumy.

Oscar Nóbregas































Escucha aquí El Bosque Encantado:



















FOTOS ARTÍSTICAS DE
OSCAR NÓBREGAS







Primer premio concurso Magnum:


La ira de Dios





Finalista concurso de fotografía Guadarrama:


























Títulos de las fotos por orden de aparición:

1. Prado en diciembre
2. Árbol desnudo
3. Río Guadarrama helado
4. Puente nevado
5. La torre en invierno





Paisajes que sugieren























































 
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Títulos de las fotos por orden de aparición:


1. Arco iris en Guadarrama
2. Vistas desde la abadía, Mont Saint-Michel
3. Sombras sobre la nieve al atardecer, Guadarrama
4. Ruinas de Recópolis al atardecer
5. Río Piedra abstracto
6. Reflejos sobre el agua, Río Piedra
7. Reflejos plateados, Salinas de Torrevieja
8. Reflejos impresionistas sobre el agua, Río Piedra
9. Reflejos en el río Dulce
10. Reflejos del sol, salinas de Torrevieja
11. Ramas sobre fondo rosado, Cala Macarela
12. Pueblo fantasma, ruinas de Belchite
13. Por encima de las nubes, sobre el Mediterráneo
14. Nenúfares sobre nubes en el río Lobos
15. Dibujos de luz sobre el agua, Menorca
16. Luna llena en el cementerio de Atienza
17. Isla Vedra bajo la bruma
18. Lago del amor, Brujas
19. Hojas de haya a contraluz
20. Gaviota volando sobre el mar, Cala Macarela
21. Cuadro abstracto de sal, salinas de Torrevieja
22. Castillo de Atienza en la noche estrellada
23. Cabo de Formentor al atardecer
24. Lluvia sobre el canal, Brujas
25. Arena tostada, Playa de Caballería
26. Arcos sobre la arena, Playa de las Catedrales
27. Arbusto sobre la nieve, Guadarrama
28. Arbusto sobre fondo marino
29. Árbol siniestro, Hayedo de Montejo
30. Árbol seco, Burgos
31. Abadía del Mont Saint-Michel


*COPYRIGHT FOTOS*
Oscar Nóbregas





 












Citas literarias




“Leed libros alentadores de espíritu, que os inciten a ser cada día mejores”.

SWETT MARDEN




“Escribir es robar vida a la muerte.”

ALFREDO CONDE








“Un mal escritor puede llegar a ser un buen crítico, por la misma razón que un pésimo vino puede llegar a ser un buen vinagre.”

FRANCOIS MAURIAC








“El poder de la literatura es que es posible contar la vida.”

CHARLES BUKOVSKI








“Escribir: la única manera de conmover a otros sin ser incomodados por su rostro.”

JEAN ROSTAND








“Un hogar sin libros es como un cuerpo sin alma.” 

CICERÓN








“No es preciso tener muchos libros, sino tenerlos buenos.”

SÉNECA








“Un mismo texto admite infinito número de interpretaciones.”

FRIEDRICH NIETZSCHE







“La lectura cura los dolores del alma.”

ANÓNIMO








“Un libro abierto es una mente que habla. Un libro cerrado es un amigo que espera.”

PROVERBIO HINDÚ









“Un buen libro, es el mejor de los amigos.” 

RUBÉN DARÍO








“Leer mucho aviva el ingenio de los hombres.”
SCHILLER








“Amar a la lectura es trocar horas de hastío por horas deliciosas."
JOHN F. KENNEDY









“Un libro es una voz viviente; una inteligencia que nos habla.” 
SAMUEL SMILES








“El destino de muchos hombres depende de haber tenido o no, biblioteca en su casa paterna.” 
EDMUNDO DE AMICIS








“Ningún hombre carece de amigos, mientras cuente con la compañía de buenos libros.”
SCHILLER




“Preferiría vivir pobre en un desván con muchos libros, que ser un rey a quien no le gustara leer.”

THOMAS MACAULAY




"La televisión es muy educativa: siempre que alguien la enciende, cojo un libro y me voy a mi cuarto a leer."

GROUCHO MARX



"Hay imágenes en los escondrijos de los libros, que viven más nítidamente que muchos hombres y mujeres."

FERNANDO PESSOA









Poesías y canciones




OJALÁ

Ojalá que las hojas no te toquen
el cuerpo cuando caigan,
para que no las puedas convertir en cristal.
Ojalá que la lluvia deje de ser milagro
que baja por tu cuerpo,
ojalá que la luna pueda salir sin ti.
Ojalá que la tierra no te bese los pasos.

Ojalá se te acabé la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto:
una luz cegadora, un disparo de nieve,
ojalá por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones,
ojalá que no pueda tocarte ni en canciones.

Ojalá que la aurora no dé gritos
que caigan en mi espalda.
Ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz.
Ojalá las paredes no retengan tu ruido
de camino cansado.
Ojalá que el deseo se vaya tras de ti,
a tu viejo gobierno de difuntos y flores.

Silvio Rodríguez


DE ALGUNA MANERA

De alguna manera tendré que olvidarte,
por mucho que quiera no es fácil, ya sabes,
me faltan las fuerzas, ha sido muy tarde
y nada más, y nada más, apenas nada más.


Las noches te acercan y enredas el aire,
mis labios se secan e intento besarte.
Qué fría es la cera de un beso de nadie
y nada más, y nada más, apenas nada más.


Las horas de piedra parecen cansarse
y el tiempo se peina con gesto de amante.
De alguna manera tendré que olvidarte
y nada más, y nada más, apenas nada más.


Luis Eduardo Aute







TE ALEJAS

Te alejas bajo la oscuridad del parque
 con paso firme, inalcanzable.
Se diluye tu figura rojiza por calles estrechas
hasta que te traga la noche.

Aturdido, te busco entre luces y semáforos...
Nado sobre el asfalto y acabo hundido en la desolación.
Tu silueta tan sólo es un punto en el horizonte,
un punto lejano en el abismo de la ciudad.

Te alejas.
Mi corazón cansado no puede seguirte
y se amohína ahogado en soledad.

Me siento desnudo.
Tus brazos y tu pelo ya no me arropan,
no puedo sentir el calor de tu cuerpo
en mitad del otoño sombrío.

Estoy solo.
No encuentro tus ojos azules ni tus besos,
las hadas de tus labios se desdibujan
en mi fría almohada.

Te alejas.
La llama del amor se apaga.




Oscar Nóbregas 














POEMA 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."

El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche esta estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca,
y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear
los mismos árboles.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta
la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.



Pablo Neruda




LIBRE TE QUIERO

Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mía.

Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera, pero no mía.

Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mía.

Alta te quiero,
como chopo que al cielo
se despereza,
pero no mía.

Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mía.

Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.



Agustín García Calvo



A UN OLMO SECO 

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

El olmo centenario en la colina,
un musgo amarillento
le lame la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas, olmo,
quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.

Mi corazón espera también,
hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.



Antonio Machado

(Adapt. Juan Manuel Serrat)



PARA LA LIBERTAD


Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho
dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales,
y entro en los algodones
como en las azucenas.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos
y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida. 



Miguel Hernández

(Adapt. Juan Manuel Serrat) 











PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO

Madre, yo al oro me humillo;
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado,
de continuo anda amarillo;
que pues doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero es don dinero.

Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña,
viene a morir en España
y es en Génova enterrado;
y pues quien le trae al lado es hermoso,
aunque sea fiero,
poderoso caballero es don dinero.

Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos
en las casas de los viejos
gatos le guardan de gatos;
y, pues rompe él recatos
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero es don dinero.

Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas;
y, pues hace las bravatas
desde su bolsa de cuero,
poderoso caballero es don dinero.



Francisco de Quevedo

(Adapt. Paco Ibáñez)





DESMAYARSE

Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,


leal, traidor, cobarde y animoso;


no hallar fuera del bien centro y reposo,


mostrarse alegre, triste, humilde,


altivo, enojado, valiente, fugitivo,


satisfecho, ofendido, receloso;


huir el rostro al claro desengaño,


beber veneno por licor suave,


olvidar el provecho, amar el daño;


creer que el cielo en un infierno cabe;


dar la vida y el alma a un desengaño,


esto es amor, quien lo probó lo sabe.




Lope de Vega





LA MALA REPUTACIÓN

En mi pueblo, sin pretensión,

tengo mala reputación,
haga lo que haga es igual
todo lo consideran mal.

Yo no pienso, pues, hacer ningún daño
queriendo vivir fuera del rebaño.
No, a la gente no le gusta
que uno tenga su propia fe.


Todos, todos me miran mal,
salvo los ciegos, es natural.


En la fiesta nacional
yo me quedo en la cama igual,
que la música militar
nunca me supo levantar,
en el mundo, pues,
no hay mayor pecado
que el de no seguir
al abanderado.


No, a la gente no le gusta
que uno tenga su propia fe.
Todos me muestran con el dedo,
salvo los mancos, quiero y no puedo.

Si en la calle corre un ladrón
y a la zaga va un ricachón
zancadilla pongo al señor
y aplastado el perseguidor.
Esto sí que sí, que será una lata
siempre tengo yo que meter la pata.


No, a la gente no le gusta
que uno tenga su propia fe.
No, a la gente no le gusta
que uno tenga su propia fe.

Todos tras de mí a correr,
salvo a los cojos, es de creer.


Georges Brassens


(Adapt. Paco Ibáñez)




PALABRAS PARA JULIA 

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable, interminable.
Te sentirás acorralada,
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido, no haber nacido.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso:
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor, tendrás amigos.

Un hombre solo, una mujer así tomados,
de uno en uno son como polvo,
no son nada, no son nada.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso:

Nunca te entregues
ni te apartes junto al camino,
nunca digas no puedo más
y aquí me quedo, aquí me quedo.


La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor, tendrás amigos.

No sé decirte nada más
pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino, en el camino.

Pero tú siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.


José Agustín Goytisolo

(Adapt. Paco Ibáñez)





ME QUEDA LA PALABRA

Si he perdido la vida, el tiempo,

todo lo tiré como un anillo al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre,
todo lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los ojos para ver el rostro puro
y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.


Blas de Otero











LA GALERÍA

Estuve soñando con una galería

en la que los cuadros se movían hacía mí,
y una pintura de yo no sé qué duende
me miraba y se reía con pasión.
Allí me encontré escenas del pasado
mi miedo allí pintado para siempre.

Y un viejo espectro que pinté hace ya algún tiempo
no paraba de reírse sugiriendo.
Qué deseas de mí viejo temor
si yo no soy de aquí
soy del mundo de los sueños
Te creíste que me ibas a embaucar, oh no
Si tú eres fantasía para mí. 

Adiós viejo miedo, te cambio por un recuerdo
espero encontrarte en algún sueño.
Estuve soñando con una galería
en la que los cuadros se reían sugiriendo.


José Carlos Molina













Palabras que marcan
Libros 

LA ODISEA, CANTO I
HOMERO 
 
Háblame oh, Musa, de las desdichas de aquel ingenioso y astuto varón, que anduvo tiempo errante por el mundo, tras haber destruido los sagrados muros de Ilion, que visitó muchas ciudades y conoció el modo de ser de numerosas personas; que, en el mar, supo de tantos padecimientos para lograr su propia salvación y el retorno de sus compañeros; mas no pudo salvarlos, a pesar de todos sus esfuerzos, ya que perecieron a causa de sus propios errores. ¡Insensatos! Comieron los rebaños del Sol, hijo de Hiperión, el cual no permitió que regresaran a sus lares. Cuéntanos, diosa, hija de Zeus, algunas de tales aventuras.

PRÓLOGO DEMIAN
HERMANN HESSE
Pocos saben hoy qué es el hombre. Muchos lo presienten y por ello mueren más tranquilos, como yo moriré cuando haya de escribir esta historia.
No puedo adjudicarme el título de sabio. He sido un hombre que busca y aún lo sigo haciendo; pero ya no busco en las estrellas y en los libros, sino que comienzo a escuchar las enseñanzas que me comunica mi sangre. 

Mi historia no es agradable, no es dulce y armoniosa como las historias inventadas. Tiene un sabor a disparate y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que ya no quieren seguir engañándose. 

La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, el intento de un camino, el esbozo de un sendero. Ningún hombre ha llegado a ser él mismo por completo; sin embargo, cada cual aspira a llegar, los unos a ciegas, los otros con más luz, cada cual como puede. Todos llevan consigo, hasta el fin, los restos de su nacimiento, viscosidades y cáscaras de un mundo primario.



RAYUELA, CAPÍTULO 7
JULIO CORTÁZAR




Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. 

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.



 LOS ASESINATOS DE LA CALLE MORGUE
EDGAR ALLAN POE
Una rareza de mi amigo era que adoraba la noche por la noche misma, y me entregué a esta rareza suya, como a casi todas las otras que demostró. Con las primeras luces del alba, cerrábamos todas las persianas del antiguo edificio y encendíamos un par de velas que lanzaban débiles y mortecinos rayos. Con la ayuda de estas velas nos dedicábamos a soñar, leer, escribir o conversar, hasta que el reloj nos anunciaba la llegada de la verdadera Oscuridad. Entonces salíamos a la calle vagando por ahí hasta muy tarde.



 CRIMEN Y CASTIGO
FIODOR DOSTOYEVSKI



Por lo pequeña que era, recibió el golpe en la misma cima del cráneo. Exhaló un grito, pero muy débil. Raskolnikov le asestó un segundo golpe y enseguida un tercero, con el lado romo de la hoja y también en lo alto del cráneo. Saltó la sangre como de un vaso volcado y el cuerpo se desplomó de espaldas. Él retrocedió un paso cuando la vio caer y al momento se agachó para ver la cara. La vieja estaba muerta. Los ojos parecían saltársele de las órbitas y la frente y todo el rostro los tenía convulsamente contraídos. Puso el hacha en el suelo junto a la muerta y le registró uno de los bolsillos, procurando no mancharse de sangre.

Raskolnikov estaba en pleno dominio de sus facultades, pero aún le temblaban las manos.










MOMO
MICHAEL ENDE





Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar. Muy pocas personas saben escuchar de verdad y la manera en que lo hacía ella era única. 
Momo sabía escuchar de tal forma que a la gente se le ocurrían de pronto ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y simpatía. Mientras tanto miraba con sus grandes ojos negros, y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él.


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A Beppo le gustaban esas horas antes del amanecer, cuando la ciudad todavía dormía. Le gustaba su trabajo y lo hacía bien. Sabía que era un trabajo muy necesario. Cuando barría las calles, lo hacía despacio pero con constancia. Mientras se iba moviendo, con la calle sucia ante sí, se le ocurrían pensamientos. Eran pensamientos sin palabras; pensamientos tan difíciles de comunicar, como un olor o como un color que se ha soñado. Después del trabajo, se sentaba con Momo y charlaban:

—A veces tienes ante ti una calle larguísima —le decía—. Te parece tan terriblemente larga que crees que nunca podrás acabarla; y entonces te empiezas a dar prisa, cada vez más prisa. Cuando levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Te esfuerzas más todavía y al final está sin aliento... Así no se debe hacer.
Reflexionó durante un rato, y después siguió hablando:
—Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que concentrarse en el paso siguiente, en la siguiente barrida; nunca nada más que en la siguiente. Entonces es divertido, y, eso es importante, porque así se hace bien la tarea.









MEMNÓN O LA SABIDURÍA HUMANA
VOLTAIRE





Memnón concibió un día la extravagante idea de ser completamente cuerdo; locura que pocos hombres han dejado de sufrir. Memnón discurría así:
—Para ser muy cuerdo, y, en consecuencia muy feliz, basta con no dejarse arrastrar de las pasiones, cosa fácil como nadie ignora. Lo primero, nunca he de amar a ninguna mujer. Cuando contemple a una mujer hermosa, me diré a mí mismo: "Llegará un día en que esa cara se llene de arrugas; esos bellos ojos perderán su brillo; ese busto firme y turgente se volverá fofo y caído; esa abundancia de pelo se trocará en calvicie." Me bastará figurarme entonces cómo será esa linda cabeza, para que no me haga perder la mía. 

Lo segundo, siempre seré sobrio, por más que me tiente la gula, los vinos exquisitos y el placer de las fiestas. Tendré muy en cuenta las consecuencias de los excesos de la mesa: el estómago estropeado, la cabeza pesada, la incapacidad para el trabajo. Comeré con sobriedad y, con el goce de la salud, mis ideas serán claras y felices. Luego no descuidaré mi hacienda. Soy hombre moderado; tengo un capital que me produce buena renta. Con ello puedo vivir sin depender de nadie, que es la mayor fortuna.

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—¡Ay! —replicó Memnón— ¿Y por qué no viniste anoche para evitar que hiciera tanto disparate? 
—Tu suerte cambiará —dijo el genio protector—. Verdad es que ya en toda tu vida no dejarás de ser tuerto; pero aparte de eso, serás feliz a condición de que no cometas nunca la locura de pretender ser cuerdo del todo. 
—¿Es que eso no es posible? —Preguntó Memnón reprimiendo un sollozo. 
—No —contestó el genio—. Como tampoco es posible ser del todo sano o feliz.









EL VIAJE DE NILS HOLGERSSON
SELMA LAGERLÖF




Tenía hambre. Como no había comido en toda la jornada, cayó en la cuenta de que era preciso hacerlo, pero, ¿dónde encontrar algo? En el mes de marzo ni la tierra ni los árboles ofrecen nada que comer... ¿Quién le daría albergue? ¿Quién le prepararía el lecho? ¿Quién le calentaría en su refugio? ¿Quién le protegería contra las bestias salvajes?
El sol se había extinguido en la lejanía. El lago esparcía un frío terrible. Las tinieblas caían del cielo sobre la tierra; la noche iban dejando al pasar sus huellas espantables y en el bosque se percibían ruidos y susurros que ponían espanto en el alma.

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Al día siguiente, prosiguiendo su viaje, los patos remontaron el valle azul. Era en aquella región el primer día hermoso de primavera. Hasta entonces la primavera había avanzado entre lluvias y tempestades. Debido a este esplendido tiempo repentino, la nostalgia del verano y de las verdes florestas se apodera de los hombres y les hace muy penoso el trabajo cotidiano. 

Cuando los patos silvestres pasaban altos, muy altos por encima de la tierra, no había ningún campesino que no interrumpiera su tarea para seguirlos con la visión puesta en la lejanía.



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Nadie debe vanagloriarse de ser más que el otro y sólo debéis alegraros de poder cruzar serenamente vuestra mirada y que al trataros haya en vuestro ánimo esa palidez que es el contento de la vida.


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Los patos silvestres pasaron sobre el Bohuslän, y cuando hubieron doblado las rocosidades de la costa aún les fue posible ver nuevamente el sol enorme y encendido, encima de las olas donde iba a abismarse. Al ver el mar libre e infinito y el sol de la tarde, purpúreo, de un resplandor tan suave que no podía fijar en él la mirada; Nils sintió que entraban en su alma una gran paz y una gran seguridad. Es una bella cosa ser libre y tener el espacio abierto ante sí.












EL SATIRICÓN 
PETRONIO

¿No es acaso un nuevo arrebato de las furias el que agita a los declamadores cuando gritan: "Estas heridas que veis las recibí por la libertad del pueblo y este ojo lo perdí por vosotros?

¿Por qué no me dais un guía que me conduzca a mis hijos? Mis rodillas truncadas no me aguantan el peso del cuerpo."

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¿Pueden hacer algo las leyes allí donde el único señor es el dinero?

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Era tal el encanto de su voz, tan dulce el sonido que acariciaba el aire, que me parecía estar oyendo un coro de sirenas entre las brisas.








LA METAMORFOSIS
FRANZ KAFKA








Al despertar Gregorio Samsa una mañana tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en un monstruoso insecto.Se hallaba echado sobre el duro caparazón de su espalda y, al alzar un poco la cabeza, vio la figura de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades, cuyas prominencias apenas sí podía aguantar la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia.

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A Gregorio no se le había ocurrido en absoluto querer asustar a nadie, ni mucho menos a su hermana. Lo único que había hecho era empezar a dar la vuelta para volver a su habitación, y esto, fue, sin duda, lo que sobrecogió a los demás, pues, a causa de su estado doliente, tenía, para realizar aquel difícil movimiento, que ayudarse con la cabeza, levantándola y volviendo a apoyarla sobre el suelo varias veces. 
Se detuvo y miró en torno suyo. Parecía haber sido adivinada su buena intención: aquello sólo había sido un susto momentáneo. Ahora todos le contemplaban tristes y pensativos.








MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL MAL
FRIEDRICH NIETZSCHE






El hombre de élite se busca instintivamente su torre de marfil; un reducto en el que se vea libre de la masa, del vulgo, de la muchedumbre, donde pueda olvidar "el hombre", la regla a la cual constituye la excepción.

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La independencia es cosa de una reducida minoría; es el privilegio de los fuertes. El independiente se aísla y se deja desgarrar jirón a jirón por algún minotauro oculto en las cavernas de su conciencia.










EL EXTRANJERO
ALBERT CAMUS
El capellán me miró con cierta tristeza. Su presencia me pesaba y me molestaba. Iba a decirle que se marchara, cuando gritó volviéndose hacia mi: "¡No, no puedo creerle! ¡Estoy seguro de que ha deseado usted otra vida!" Le contesté que naturalmente era así, aunque no tenía la mayor importancia. Quería seguir hablándome de Dios, pero me adelanté y traté de explicarle por última vez que me quedaba poco tiempo antes de la ejecución. No quería perderlo con Dios. Me preguntó por qué le llamaba señor y no padre. Esto me irritó y le contesté que no era mi padre.
— Tiene el corazón ciego, rogaré por usted —dijo el cura. Entonces algo se rompió dentro de mí. Le insulté y le dije que no rogara y que más le valía desaparecer. Le tomé por el cuello de la sotana; vaciaba sobre él todo el fondo de mi corazón con impulsos donde se mezclaban el gozo y la cólera. El sacerdote parecía estar muy seguro de sus convicciones. Sin embargo, ninguna de sus certezas valía lo que un solo cabello de mujer.







EL SOBRINO DE RAMEAU
DENIS DIDEROT


Haga buen o mal tiempo, tengo la costumbre de pasear, hacia las cinco de la tarde, por el Palais Royal. 
Yo soy aquel que medita, siempre solo, en el banco de Argenson. Converso conmigo mismo de política, de amor, de arte o de filosofía. Abandono mi espíritu a un libertinaje completo. Le permito que siga la primera idea que se presente, sea sabia o necia...


Mis ideas: ésas son mis amantes.








PENAS DEL JOVEN WERTHER
GOETHE

No, no me engaño; leo en sus ojos negros el verdadero interés que le inspiran mi persona y mi suerte. Sé que me ama. 
No conozco hombre alguno capaz de robarme el corazón de Carlota y, a pesar de ello, cuando habla de su futuro esposo con todo el calor, con todo el amor posible, me hallo como el desgraciado al que despojan de todos sus títulos y honores, y le obligan a entregar su espada.
¡Qué sensación tan grata inunda todas mis venas, cuando por casualidad mis dedos tocan los suyos, o nuestros pies se tropiezan debajo de la mesa! Los aparto como de un fuego, y una fuerza secreta me acerca de nuevo a pesar mío... El vértigo se apodera de todos mis sentidos, y su inocencia, su alma cándida, no le permiten siquiera imaginar cuánto me hacen sufrir esas insignificantes familiaridades. Si pone su mano sobre la mía cuando hablamos, y si en el calor de la conversación se aproxima tanto a mí que su aliento se confunde con el mío, creo morir como herido por el rayo.








SIDDARTHA
HERMANN HESSE

A la sombra de la casa y bajo el sol, a la orilla del río y junto a las barcas, a la sombra del bosque de sauces y el huerto de higueras creció Siddhartha, el hermoso hijo del brahmán.


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Siddhartha se inclinó, levantó una piedra del suelo y la sopesó en su mano.
—Esto —dijo jugueteando— es una piedra, y dentro de un tiempo determinado quizá sea tierra, y esa tierra se convierta en planta animal o ser humano. Sí, puedo amar una piedra, Govinda; así como a un árbol y hasta a un pedazo de corteza.

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Siddhartha vio negociar a muchos mercaderes, vio príncipes que iban de cacería, gente enlutada que lloraba a sus muertos, prostitutas que se ofrecían, médicos que curaban, sacerdotes que fijaban el día de la siembra, amantes que se amaban... Todo mentía, todo era hediondo, todo rezumaba engaño y simulaba tener sentido.

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Silencioso, Siddhartha solía permanecer bajo el calor vertical del sol, ardiendo de sed y de dolor, hasta que ya no sentía dolor ni sed.
Reflexionaba hondamente como sumergiéndose en aguas muy profundas hasta tocar fondo, en el lugar donde reposan las causas últimas. Desentrañar esas causas era, según él, la verdadera forma de pensar. Sólo así las sensaciones se convierten en conocimientos y, en vez de diluirse, adquieren contenido y empiezan a irradiar lo que hay en ellas.


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Al tomar conciencia de su soledad, sintió que algo semejante a un pájaro o una liebre se le helaba en el pecho.

Y en ese mismo instante en que el mundo que lo rodeaba pareció desvanecerse y él se quedó solo como una estrella en el firmamento, en aquel momento de frialdad y desánimo se irguió un Siddhartha más sólido y fuerte, más posesionado que nunca de su propio Yo.



LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN
CARLOS CASTANEDA


Don Juan usó por separado y en distintas ocasiones, tres plantas alucinógenas: peyote, toloache y un hongo mexicano. Desde antes de su contacto con europeos, los indios americanos conocían las propiedades alucinógenas de estas tres plantas. A causa de sus propiedades, han sido muy usadas por placer, para curar, en la brujería y para alcanzar un estado de éxtasis. La importancia de las plantas consistía para don Juan, en su capacidad de producir etapas de percepción peculiar en el ser humano. Los llamaba estados de realidad no ordinaria, en el sentido de realidad inusitada contrapuesta a la realidad ordinaria de la vida cotidiana.


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En nuestras conversaciones don Juan usaba a menudo la palabra hombre de conocimiento.
—Un hombre de conocimiento es alguien que ha seguido de verdad las penurias de aprender —decía.
—¿Puede cualquiera ser un hombre de conocimiento?—No, no cualquiera. Uno se hace un hombre de conocimiento por un instante muy corto.
—¿Qué tengo que hacer para llegar a ese punto, don Juan?
—Tienes que ser un hombre fuerte, y tu vida tiene que ser verdadera.
—¿Qué es una vida verdadera?
—Una vida que se vive con la certeza nítida de estar viviéndola.









SOBRE EL AMOR Y LA SOLEDAD
KRISHNAMURTI


Nadie puede vivir sin relación. Uno podrá retirarse a las montañas, convertirse en monje, marcharse completamente solo al desierto; pero está relacionado. No puede escapar de ese hecho en absoluto. No puede existir en aislamiento.

Su mente podrá pensar que existe en el aislamiento pero, aun en ese aislamiento, uno está relacionado. La vida es relación. No podemos sobrevivir si hemos construido un muro alrededor de nosotros.

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La comparación nos impide mirar plenamente. Yo te miro a ti, que eres una persona agradable, pero digo: "conozco a una persona mucho mejor" o "conozco a una persona más estúpida."


Cuando hago esto no te estoy mirando a ti. Para mirarte de verdad no debo compararte con otra persona.

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Digamos que poseo a alguien como esposa o como marido. ¿Comprenden lo que significa poseer? Uno posee su abrigo. Si alguien nos lo sustrajera, nos sentiríamos enojados, porque considera su abrigo como de su propiedad. Posee eso y se siente enriquecido gracias a la posesión.

La posesión crea una barrera respecto al amor. Si yo me siento dueño de alguien, si lo poseo, ¿es eso amor? Poseo a una persona como poseo un automóvil, porque en la posesión me siento rico. Este adueñarse de alguien, este depender, es lo que llamamos amor. Pero si lo examinan verán que, tras de ello, la mente se siente satisfecha en el hecho de la posesión.

Cuando poseo a una persona, cuando considero a esa persona como "mía", ¿hay amor? Obviamente no. Tan pronto mi mente crea un cerco alrededor de esa persona no hay amor. Cuando hay abnegación, olvido de nosotros mismos, entonces es posible el amor.








EL MUNDO DE SOFÍA
JOSTEIN GAARDER
Sofía Amundsen volvía a casa después del instituto. La primera parte del camino la había hecho en compañía de Jorunn. Habían hablado de robots. Jorunn opinaba que el cerebro humano era como un sofisticado ordenador. Sofía no estaba de acuerdo. Un ser humano tenía que ser algo más que una máquina.

Se habían despedido junto al hipermercado. Sofía vivía al final de una urbanización y su camino al instituto era casi el doble que el de Jorunn. Era como si su casa se encontrara en el fin del mundo, pues más allá de su jardín no existía ninguna casa más. 

Allí comenzaba el espeso bosque. 

Sofía miró el buzón al abrir la verja de su jardín. Solía haber un montón de cartas de propaganda, además de unos sobres grandes para su madre. Tenía la costumbre de dejarlo todo en un montón sobre la mesa de la cocina, antes de subir a su habitación para hacer los deberes. Esa tarde sólo había una pequeña carta en el buzón, y era para Sofía. "Sofía Amundsen", ponía en el pequeño sobre. "Camino del trébol nº 3". Eso era todo; no ponía quién la enviaba. Ni siquiera tenía sello.

En cuanto hubo cerrado la puerta de la verja, Sofía abrió el sobre. Lo único que encontró fue una notita, tan pequeña como el sobre que la contenía. En la notita ponía: ¿Quién eres?

No ponía nada más. No traía saludos ni remitente; sólo esas dos palabras escritas a mano con dos grandes interrogaciones. Volvió a mirar el sobre. Sí, la carta era para ella. ¿Pero quién la había dejado en el buzón?


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Sofía dio por sentado que la persona que había escrito las cartas anónimas volvería a ponerse en contacto con ella. Mientras tanto, optó por no decir nada a nadie sobre este asunto.

En el instituto le resultaba difícil concentrarse en lo que decía el profesor; le parecía que sólo hablaba de cosas sin importancia. ¿Por qué no hablaba de lo que es el ser humano, o de lo que es el mundo y de cuál fue su origen? Tuvo una sensación que jamás había tenido antes: en el instituto y en todas partes la gente se interesaba sólo por cosas superficiales. Para ella había unas cuestiones mucho más grandes, cuyo estudio era mucho más importante que las asignaturas corrientes del colegio.
¿Conocía alguien las respuestas a preguntas de ese tipo? A Sofía, al menos, le parecía más interesante pensar en ellas, que estudiarse de memoria los verbos irregulares.



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Uno de los viejos filósofos griegos que vivió hace más de dos mil años, pensaba que la filosofía surgió debido al asombro de los seres humanos. Al ser humano le parece tan extraño existir, que las preguntas filosóficas surgen por sí mismas. 

Es como cuando contemplamos juegos de magia: no entendemos cómo puede haber ocurrido lo que hemos visto. Y entonces nos preguntamos justamente eso: ¿cómo ha podido convertir el prestidigitador un pañuelo blanco en un conejo vivo? A muchas personas el mundo les parece tan inconcebible como cuando el prestidigitador saca un conejo de ese sombrero de copa que hace un momento estaba completamente vacío. En cuanto al conejo, entendemos que el prestidigitador tiene que habernos engañado. Lo que nos gustaría desvelar es cómo ha conseguido engañarnos. Tratándose del mundo, todo es un poco diferente. Sabemos que el mundo no es trampa ni engaño, pues nosotros mismos andamos por la Tierra formando parte de él. En realidad, somos el conejo blanco que se saca del sombrero de copa. La diferencia entre nosotros y el conejo blanco, es simplemente que el conejo no tiene sensación de participar en un juego de magia. Nosotros somos distintos. Pensamos que participamos en algo misterioso y nos gustaría desvelar ese misterio.

En cuanto al conejo blanco, quizás convenga compararlo con el universo entero. Los que vivimos aquí somos unos bichos minúsculos que estamos muy dentro de la piel del conejo. Pero los filósofos intentan subirse por encima de uno de esos finos pelillos para mirar a los ojos del prestidigitador. 

Lo único que necesitamos para ser buenos filósofos es tener la capacidad de asombro.







EL MONO DESNUDO
DESMOND MORRIS













En una jaula de cierto parque zoológico hay un rótulo en el que dice: "Este animal es nuevo para la ciencia". Dentro de la jaula se encuentra una pequeña ardilla. Tiene los pies negros y procede de África. Ninguna ardilla había sido hallada anteriormente en aquel continente. ¿Qué hay en su modo de vida que ha hecho de ella un ejemplar único? ¿En qué se diferencia de las otras 366 especies de ardillas ya conocidas y estudiadas? En algún punto de la evolución de la familia de las ardillas, los antepasados de este animal debieron de separarse del resto y establecerse como raza independiente.
Hay 193 especies de simios y monos. 192 de ellas están cubiertas de pelo. La excepción la constituye un mono desnudo que se ha puesto a sí mismo el nombre de Homo Sapiens. Esta rara y floreciente especie pasa una gran parte de su tiempo estudiando sus más altas motivaciones, y una cantidad de tiempo igual ignorando concienzudamente las fundamentales.



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El mono de los bosques, convertido sucesivamente en mono a ras de tierra, en mono cazador y en mono sedentario, se ha transformado en mono cultural. El progreso le condujo en sólo medio millón de años, desde el encendido de una fogata hasta la construcción de naves espaciales.

Es un historia emocionante, pero el mono desnudo corre el peligro de quedar deslumbrado por ella y olvidar que, debajo de su pulida superficie, sigue teniendo mucho de primate... Incluso el mono espacial tiene que orinar.






INTRODUCCIÓN AL PSICOANÁLISIS
SIGMUND FREUD
















Hemos investigado, en primer lugar, las condiciones en las cuales se produce la equivocación oral. Sin duda, el lapsus presenta un sentido propio. La equivocación oral está considerada como un acto psíquico completo, con su fin propio, y como una manifestación de contenido y significación peculiares. 
Cualquiera de nosotros que tenga ya tras de sí una experiencia larga de la vida, puede decir que sin duda se hubiera ahorrado muchas desilusiones y dolorosas sorpresas, si hubiera tenido el valor y la decisión de interpretar los pequeños actos fallidos que se producen en las relaciones entre los hombres, como signos premonitorios de intenciones que no le son reveladas. 
Pero la mayoría de las veces no nos atrevemos a llevar a cabo tal interpretación, pues tememos caer en la superstición pasando por encima de la ciencia.






EL LIBRO DEL DESASOSIEGO
FERNANDO PESSOA








He nacido en un tiempo en que la mayoría de los jóvenes habían perdido la creencia en Dios. Pertenezco a esa especie de hombres que están siempre al margen de lo que pertenecen. He considerado que Dios, siendo improbable, podría existir, pudiendo pues, ser adorado; pero que la humanidad, siendo una mera idea biológica, y no significando otra cosa que la especie animal humana, no era más digna de adoración que cualquier otra especie animal. 
No sabiendo lo que es la vida religiosa porque no se tiene fe con la razón, nos queda como motivo de tener alma, la contemplación estética de la vida.


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Hay momentos en que todo cansa, hasta lo que nos descansaría. Lo que nos cansa porque nos cansa; lo que nos descansaría, porque la idea de obtenerlo nos cansa. Hay abatimientos del alma por debajo de toda la angustia y de todo el dolor.
Vivir me parece un error metafísico de la materia, un descuido imperdonable de la inacción.


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Le he pedido tan poco a la vida, y ese mismo poco la vida me lo ha negado. Un haz de parte del sol, un poco de sosiego con un pizca de pan, no pesarme mucho el conocer que existo y no exigir nada de los demás, ni exigir ellos nada de mí.
Escribo, triste, en mi cuarto tranquilo; solo como siempre he estado, solo como siempre estaré.


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Ya lo he visto todo, hasta lo que nunca he visto, y lo que nunca veré. Y asomado al antepecho, sobre el volumen variado de la ciudad entera, sólo un pensamiento me llena el alma: el deseo íntimo de morir, de acabar, de no ver más luz sobre ninguna ciudad, de no pensar, de no sentir, de dejar atrás como un papel de envolver, el curso del sol y de los días; de quitarme, como un traje pesado al borde del lecho, el esfuerzo involuntario de ser.






SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR
MIGUEL DE UNAMUNO


"Venceréis, pero no convenceréis"











Yo empecé entonces a temer por mi pobre hermano. Desde que se nos murió don Manuel no cabía decir que viviese. Visitaba a diario su tumba y se pasaba las horas muertas contemplando el lago. Sentía morriña de la paz verdadera.
— No mires tanto el lago —le decía yo.
— No hermana, no temas. Es otro el lago que me llama; es otra la montaña. No puedo vivir sin él.
—¿Y el contento de vivir, Lázaro, el contento de vivir?
— Eso para otros pecadores, no para nosotros que le hemos visto la cara a Dios.
— ¿Qué, te preparas para ir a ver a don Manuel?
— No, hermana, no. Ahora aquí en casa, entre nosotros solos, toda la verdad, por amarga que sea, amarga como el mar a que van a parar las aguas de este dulce lago, toda la verdad para ti, que estás abroquelada contra ella...
— ¡No, Lázaro, ésa no es la verdad!
— La mía, sí.
— La tuya; pero y la de...
—También la de él.
—¡Ahora no, Lázaro, ahora no! Ahora cree otra vez, ahora cree...
— Mira, Ángela: una de las veces en que al decirme don Manuel que hay cosas que aunque se las diga uno a sí mismo debe callárselas a los demás, le repliqué que me decía eso por decírselas a él, esas mismas, así mismo, acabó confesándome que creía que más de uno de los más grandes santos, acaso el mayor, había muerto sin creer en la otra vida.
—¿Es posible?
—¡Y tan posible! Y ahora hermana, cuida que no sospechen siquiera aquí, en el pueblo, nuestro secreto...
—¿Sospecharlo? —le dije—. Si intentase, por locura, explicárselo, no lo entenderían.

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Quedé más que desolada, pero en mi pueblo y con mi pueblo. Y ahora, al haber perdido a mi san Manuel, al padre de mi alma, y a mi Lázaro, mi hermano aún más que carnal, espiritual, ahora me doy cuenta de que he envejecido. Pero ¿es que los he perdido?, ¿es que he envejecido?¡Hay que vivir! ¡Y él me enseñó a vivir, él nos enseñó a vivir, a sentir la vida, a sumergirnos en el alma de la montaña, en el alma del lago, en el alma de la aldea; a perdernos en ellas para quedar en ellas. Él me enseñó con su vida a perderme en la vida del pueblo de mi aldea, y no sentía yo más pasar las horas, y los días y los años, que no sentía pasar el agua del lago. Me parecía como si mi vida hubiese de ser siempre igual. No me sentía envejecer. No vivía yo ya en mí, sino que vivía en mi pueblo y mi pueblo vivía en mí.







LA COLMENA
CAMILO JOSÉ CELA











Doña Rosa va y viene por entre las mesas del café, tropezando a los clientes con su tremendo trasero. Doña Rosa dice con frecuencia leñe y nos ha merengao. Para doña Rosa el mundo es su café, y alrededor de su café, todo lo demás. Hay quien dice que a doña Rosa le brillan los ojillos cuando viene la primavera y las muchachas empiezan a andar de manga corta. Yo creo que todo eso son habladurías: doña Rosa no hubiera soltado jamás un duro por nada de este mundo; ni con primavera ni sin ella. A doña Rosa lo que le gusta es arrastrar sus arrobas sin más ni más, por entre las mesas.









DON QUIJOTE DE LA MANCHA
MIGUEL DE CERVANTES









Media noche era por filo, poco más o menos, cuando don Quijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso. Estaba el pueblo en un sosegado silencio, porque todos sus vecinos dormían a pierna tendida, como suele decirse. Era la noche entreclara, puesto que quisiera Sancho que fuera del todo oscura, por hallar en su oscuridad disculpa de su sandez. No se oía en todo el lugar sino ladridos de perros, que atronaban los oídos de don Quijote y turbaban el corazón de Sancho. De cuando en cuando rebuznaba un jumento, gruñían puercos, maullaban gatos, cuyas voces, de diferente sonidos, se aumentaban con el silencio de la noche, todo lo cual tuvo el enamorado caballero a mal agüero; pero, con todo eso, dijo a Sancho:
—Sancho hijo, guía al palacio de Dulcinea; quizá podrá ser que la hallemos despierta.
—¿A qué palacio tengo que guiar, cuerpo de sol, que en el que yo vi a su grandeza no era sino casa muy pequeña?
—Debía de estar retirada entonces —respondió don Quijote— en algún apartamiento de su alcázar, solazándose a solas con sus doncellas, como es uso y costumbre de las altas señoras y princesas.
—Señor —dijo Sancho—, ya que vuesa merced quiere, a pesar mío, que sea alcázar la casa de Dulcinea, ¿es hora ésta, por ventura, de hallar la puerta abierta? Y ¿será bien que demos aldabazos para que nos oigan y nos abran, metiendo en alboroto y rumos toda la gente? ¿Vamos por dicha a llamar a la casa de nuestras mancebas, como hacen los abarraganados, que llegan, y llaman, y entran a cualquier hora, por tarde que sea?
—Hallemos primero el alcázar —replicó don Quijote—; que entonces yo te diré lo que será bien que hagamos. Y advierte, Sancho, que yo veo poco, o que aquel bulto grande que desde aquí se descubre, debe ser el palacio de Dulcinea.
—Quizá sea así —respondió Sancho—, aunque yo lo veré con los ojos y lo tocaré con las manos, y así lo creeré yo como creer que ahora es de día... 
Guió don Quijote, y habiendo andado como doscientos pasos, dio con el bulto y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia del pueblo. Y dijo:
—Con la iglesia hemos topado, Sancho.
—Ya lo veo —respondió el escudero—. Y plega a Dios que no demos con nuestra sepultura; que no es buena señal andar por los cementerios a tales horas.


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Así como don Quijote se emboscó en la floresta junto al Toboso, mandó a Sancho volver a la ciudad, y que no volviese a su presencia sin haber primero hablado de su parte a su señora, pidiéndola fuese servida de dejarse ver por su cautivo caballero, y se dignase a echarle su bendición, para que pudiese esperar por ella felicísimos sucesos de todos sus acometimientos y dificultosas empresas. 
Encargóse Sancho de hacerlo así como se le mandaba.
—Anda hijo —le animó don Quijote—, y no te turbes cuando te vieres ante la luz del sol de hermosura que vas a buscar. ¡Dichoso tú sobre todos los escuderos del mundo! Ten memoria, y no se te pase della cómo te recibe: si muda las colores el tiempo que la estuvieres dando mi embajada; si se desasosiega y turba oyendo mi nombre; si no cabe de contenta en la almohada... Si está en pie, mírala si se pone ahora sobre el uno, ahora sobre el otro pie; si te repite la respuesta que te diere dos o tres veces; si la muda de blanda en áspera, de aceda en amorosa; si levanta la mano al cabello para componerle, aunque no esté desordenado. Finalmente, hijo, mira todas sus acciones y movimientos; porque si tú me los relatares como ellos fueron, sacará yo lo que ella tiene escondido en lo secreto de su corazón acerca de lo que al fecho de mis amores toca; que has de saber, Sancho, si no lo sabes, que entre los amantes, las acciones y movimientos exteriores que muestran, cuando de sus amores se trata, son certísimos correos que traen las nuevas de lo que allá en el interior del alma pasa.








HAMLET
SHAKESPEARE

















¡Ser, o no ser, ésa es la cuestión!
¿Qué debe más dignamente optar el alma noble: sufrir de la fortuna impía el porfiador rigor, o rebelarse contra un mar de desdichas y afrontándolo desaparecer con ellas? Morir, dormir, no despertar más nunca, poder decir todo acabó; en un sueño sepultar para siempre los dolores del corazón, los mil quebrantos que heredó nuestra carne.
¡Quién no ansiara concluir así!
Morir... quedar dormidos.... Dormir... ¡tal vez soñar!
¡Ay! Allí hay algo que nos detiene... Cuando del mundo no percibamos ni un rumor, ¡qué sueños vendrán en ese sueño de la muerte! Eso es, eso es lo que hace el infortunio planta de larga vida.
¿Quién querría sufrir del tiempo el implacable azote, del fuerte la injusticia, del soberbio el áspero desdén, las amarguras del amor despreciado, las demoras de la ley, del empleado la insolencia, la hostilidad que los mezquinos juran al mérito pacífico, pudiendo de tanto mal librarse él mismo, alzando una punta de acero? ¿Quién querría seguir cargando en la cansada vida su fardo abrumador?...
Pero hay espanto ¡allá del otro lado de la tumba! La muerte, aquel país que todavía está por descubrirse, país de cuya lóbrega frontera ningún viajero regresó, perturba la voluntad, y a todos nos decide a soportar los males que sabemos más bien que ir a buscar lo que ignoramos.
Así, ¡oh conciencia!, de nosotros todos haces unos cobardes, y la ardiente resolución original decae al pálido mirar del pensamiento. Así también enérgicas empresas, de trascendencia inmensa, a esa mirada torcieron rumbo, y sin acción murieron.









LA DIVINA COMEDIA
DANTE ALIGHIERI












Hallábame a la mitad de la carrera de nuestra vida, cuando me vi en medio de una oscura selva, fuera de todo camino recto. 
¡Ah! ¡Cuán penoso es referir lo horrible e intransitable de aquella cerrada selva, y recordar el pavor que puso en mi pensamiento! No es de seguro mucho más penoso el recuerdo de la muerte. Más para hablar del consuelo que allí encontré, diré las demás cosas que me acaecieron. No sé fijamente cómo entre en aquel sitio: tan trastornado me tenía el sueño cuando abandoné la senda que me guiaba. Mas viéndome después al pie de una colina en el punto donde terminaba el valle que tanta angustia había infundido en mi corazón, miré a lo alto y vi su cima dorada. 
Y como aquel que saliendo anhelante fuera del piélago al llegar a la playa, se vuelve hacia las olas peligrosas y las contempla, así mi espíritu, azorado aún, retrocedió para ver aquel lugar de donde no salió jamás alma viviente.

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Ahuyentó el profundo sueño que embargaba mi mente, un fuerte trueno, con lo que desperté sobresaltado como hombre que vuelve por fuerza en sí; y levantándome, moviendo tranquilamente la vista en torno, miré con atención para reconocer el sitio en que me hallaba. No pude dudar que estaba a la orilla del doloroso valle del abismo, donde resuena el rumor de lamentos sempiternos. Tan lóbrego, profundo y sempiterno era, que por más que intenté penetrar en el fondo con la vista, no conseguí distinguir objeto alguno.
—Descendamos ahora allá abajo, al mundo de las tinieblas —empezó a decirme Virgilio, cuyo semblante estaba desencajado— yo iré delante: tú seguirás mis pasos.
Pero advirtiendo su palidez, le dije:
—Y ¿cómo he de ir, cuando tú mismo, que sueles infundirme aliento, está atemorizado?
—La angustia —me respondió— de los que yacen en ese abismo, es la que pinta en mi rostro una compasión que tú has atribuido a temor. Sigamos marchando, que el camino es largo, y hemos de darnos prisa. Y se introdujo, y me hizo entrar en el primer círculo que rodeaba la infernal mansión... Allí, según lo que podía yo percibir, no eran lamentos los que se oían, sino suspiros que conmovían aquellas eternas bóvedas, y que exhalaban en su pena, no en su tormento, una multitud de mujeres y varones.










MOBY DICK
HERMAN MELVILLE













Llamadme Ismael, si no os importa. Hace ya varios años, no sabría exactamente cuántos, en ocasión de hallarme con el bolsillo vacío y sin nada en tierra que consiguiera interesarme, tuve la ocurrencia de hacerme a la mar. Se me antojó como el mejor modo de combatir mi aburrimiento y de purificar en cierto modo mi alma. Ocurre en mí, que, de vez en cuando, me veo atacado por extraños ramalazos de melancolía. En tales casos, nada más bueno y saludable, a mi manera de ver, que tomar una resolución de tipo heroico. En lo que a mí se refiere, mi atracción por el agua salada viene de lejos, de siempre, es decir, por instinto; y por esa endiablada sed de aventuras que me ha impedido siempre arraigar en alguna parte. ¡Y cómo disfruto cuando me veo en lo alto de las jarcias, contemplando el rebullir de las olas bajo mis pies, o viendo perderse a lo lejos las masas de cemento de las ciudades agitadas! 
A pesar de todo no dejo de pensar por qué, después de haber oxigenado mis pulmones durante tantos años a través de todos los mares, se me coló en la cabeza la idea de hacerme de nuevo a la mar, tras la inquietante y peligrosa espuma de una gran ballena.









LA ISLA DEL TESORO
R.L. STEVENSON














Soy Jim, y el magistrado Trelawney, el doctor Livesey y algunos otros amigos míos, me han encargado que describa minuciosamente todo cuanto sucedió en la Isla del Tesoro, desde el principio hasta el fin, sin dejar en el tintero otra cosa que la situación geográfica de la isla, y esto porque todavía quedan riquezas que forman parte del botín rescatado. 
Comienzo pues, mi relato, remontándome a aquellos tiempos, ya lejanos, en que mi padre era dueño de la hostería de El Almirante Benbow, y un viejo lobo de mar, de rostro moreno y curtido por la intemperie, cruzado por la siniestra cicatriz que en él dejara un terrible sablazo, entró como huésped de nuestra casa. Como si fuese ayer, recuerdo perfectamente la llegada de aquel hombre, que se presentó en la hostería renqueando y seguido de una carretilla en la que transportaba un pesado cofre marinero. La embreada coleta caíale sobre la espalda, rozando su vieja casaca azul llena de manchas. Todavía me parece que le estoy viendo escudriñar la ensenada cercana silbando entre dientes. Y de pronto, mientras se acercaba a la posada, entonar aquella extraña y antigua canción marinera que más tarde le oiría tararear muchas veces:


Quince hombres van en El Cofre del Muerto.

¡Ja, ja, ja!

¡Y un gran frasco de ron!



Al llegar a la hostería, golpeó con fuerza la puerta valiéndose de un bastón largo y delgado como un espeche artillero; y cuando acudió mi padre le pidió, con tono destemplado, que le sirviera un vaso de ron.









VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA
JULIO VERNE














Durante algunos días, pendientes espantosamente verticales nos llevaron a gran profundidad, a través de las paredes de granito. Algunas jornadas ganábamos legua y media y hasta dos leguas hacia el centro. Había descensos peligrosos, siéndonos de gran utilidad la destreza de Hans y su sangre fría. El impasible islandés se sacrificaba con indiferencia, y gracias a él salvamos más de un mal paso, del cual no hubiéramos sabido salir nosotros solos. Su mutismo aumentaba cada día, y aun creo que nos lo inoculaba. Los objetos exteriores ejercen una acción real sobre el cerebro. Quien se encierra tras cuatro paredes, acaba por perder la facultad de asociar las ideas y las palabras. ¡Cuántos prisioneros se han vuelto locos por falta del ejercicio de las facultades mentales!


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Durante las dos semanas que sucedieron a nuestra última conversación, no se produjo ningún incidente digno de ser relatado. No encuentro en mi memoria más que un solo acontecimiento de gravedad suma, del que me sería difícil olvidar hasta lo más insignificante:
El 7 de agosto, nuestros sucesivos descensos nos habían llevado a 30 leguas de profundidad; es decir, que teníamos sobre nuestras cabezas 30 leguas de rocas, de océano, de continentes y de ciudades. Debíamos estar entonces a 300 leguas de Islandia. Aquella jornada el túnel seguía un plano poco inclinado. Yo iba delante, llevando uno de los aparatos de Ruhmkorff, y con él examinaba las capas de granito. De repente, volviéndome, advertí que estaba solo... Retrocedí, anduve por espacio de un cuarto de hora. Miré y no vi a nadie; llamé y no tuve respuesta... Mi voz se perdió entre los cavernosos ecos... Empecé a inquietarme. Un estremecimiento recorrió todo mi cuerpo.













ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA
FRIEDRICH NIETZSCHE







Si yo quisiera sacudir este árbol con mis manos, no podría. Pero el viento, que nosotros no vemos, lo maltrata y lo dobla hacia donde quiere. 
Manos invisibles son las que peor nos doblan y maltratan.

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¡Ved pues, a esos superfluos! Enfermos están siempre, vomitan su bilis y lo llaman periódico. Se devoran unos a otros y ni siquiera pueden digerirse. 
¡Ved pues, a esos superfluos! Adquieren riquezas, y con ello se vuelven más pobres. Quieren poder y, en primer lugar, mucho dinero.
¡Vedlos trepar, esos ágiles monos! Trepan unos por encima de otros, y así se arrastran al fango y a la profundidad. 
Todos quieren llegar al trono: su demencia consiste en creer que la felicidad se asienta en él. Con frecuencia es el fango el que se asienta en el trono, y también a menudo el trono se asienta en el fango.

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El placer de ser rebaño es más antiguo que el placer de ser un yo; y mientras la "buena conciencia" se llame rebaño, nos harán creer que la mala conciencia dice: yo.

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Dios es un pensamiento que vuelve torcido todo lo derecho, y que hace voltearse todo lo que está de pie.















LA NÁUSEA
JEAN-PAUL SARTRE












Los cafés eran hasta ahora mi último refugio porque están llenos de gente y bien iluminados. Ni siquiera me quedará este recurso. Cuando me vea acosado en mi cuarto, no sabré dónde ir.
Sentía la impresión de que un lento torbellino encendido me rodeaba, me llevaba. Un torbellino de bruma, de luces, en el humo, en los espejos, en las banquetas que brillaban en el fondo. Me había detenido en la puerta, no sabía ni entrar; y de repente se produjo un remolino, pasó una sombra por el techo y me sentí empujado hacia adelante. Flotaba, me aturdían las brumas luminosas que me penetraban por todas partes a la vez. Madeleine vino flotando a quitarme el abrigo, y observé que se había estirado el pelo y que llevaba pendientes: no la reconocí. Madeleine sonreía.
—¿Qué toma usted, señor Antoine? Entonces me dio la Náusea: me dejé caer en el asiento. Ni siquiera sabía dónde estaba; veía girar los colores lentamente a mi alrededor; tenía ganas de vomitar. Desde ese instante la Náusea no me ha abandonado, me posee.

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Cuando tenía veinte años, me emborrachaba y enseguida explicaba que yo era un tipo del género de Descartes. Sabía muy bien que me hinchaba de heroísmo, pero me dejaba llevar, eso me gustaba. Al día siguiente sentía tanto asco como si me hubiera despertado en una cama vomitada. No vomito cuando estoy borracho, pero sería preferible. Ayer ni siquiera tenía la excusa de la embriaguez. Me exalté como un imbécil. Necesito limpiarme con pensamientos abstractos, transparentes como el agua.
Decididamente ese sentimiento de aventura no procede de los acontecimientos: ya tenemos la prueba. Más bien es la manera de encadenarse los instantes. Creo que esto es lo que pasa: de pronto uno siente que el tiempo transcurre, que cada instante conduce a otro, éste a otro y así sucesivamente; que cada instante se aniquila, que no vale la pena retenerlo. Y entonces atribuimos esta propiedad a los acontecimientos que se presentan en los instantes; lo que pertenece a la forma, lo referimos al contenido. En suma, se habla mucho del famoso transcurso del tiempo, pero nadie lo ve. Vemos una mujer, pensamos que será vieja, pero no la vemos envejecer. 















LA PESTE
ALBERT CAMUS







La mañana del 16 de abril el doctor Bernard Rieux, al salir de su habitación, tropezó con una rata muerta en medio del rellano de la escalera. En el primer momento no hizo más que apartar hacia un lado el animal y bajar sin preocuparse. Pero cuando llegó a la calle, se le ocurrió la idea de que aquella rata no debía quedar allí y volvió sobre sus pasos para advertir al portero. 
Aquella misma tarde Bernard Rieux estaba en el pasillo del inmueble buscando las llaves antes de subir al piso, cuando vio surgir del fondo oscuro del corredor una rata de gran tamaño con el pelaje mojado, que andaba torpemente. El animal se detuvo, pareció buscar el equilibrio, echó a correr hacia el doctor, se detuvo otra vez, dio una vuelta sobre sí mismo lanzando un pequeño grito y cayó al fin, echando sangre por el hocico entreabierto.


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Un montón de enfermos dispersos acababa de morir inesperadamente de la peste.
El doctor Rieux procuraba reunir en su memoria todo lo que sabía sobre esta enfermedad. Ciertas cifras flotaban en su recuerdo y se decía que la treintena de grandes pestes que la historia ha conocido, había causado cerca de cien millones de muertos. Pero, ¿qué son cien millones de muertos? Cuando se ha hecho la guerra, apenas sabe ya nadie lo que es un muerto; y además un hombre muerto solamente tiene peso cuando lo ha visto uno muerto. Cien millones de cadáveres sembrados a través de la historia, no son más que humo en la imaginación.















EL LOBO ESTEPARIO
HERMANN HESSE









Contiene este libro las anotaciones que nos quedan de aquel hombre, al que, con una expresión que él mismo usaba muchas veces, llamábamos el lobo estepario. No es gran cosa lo que sé de él; me han quedado desconocidos su pasado y su origen. El lobo estepario era un hombre de unos cincuenta años, que hace algunos fue a casa de mi tía buscando una habitación. Volvió a los pocos días con dos baúles y un cajón grande de libros, y habitó nuestra casa nueve o diez meses. Vivía tranquilamente y para sí. Era muy insociable, en una medida no observada por mí en nadie hasta entonces. Reconocía él mismo este aislamiento como su propia predestinación. 

Ya he consignado algunos detalles del aspecto exterior del lobo estepario. A primera vista, daba, desde luego, la impresión de un hombre superior, nada vulgar y de extraordinario talento. Su rostro, lleno de espiritualidad, reflejaban una vida excesivamente agitada, enormemente delicada y sensible. Poseía en asuntos del espíritu aquella serena objetividad, aquella segura reflexividad y sabiduría que sólo tienen las personas verdaderamente espirituales, a las que falta toda ambición y nunca desean brillar ni convencer a los demás, ni siquiera tener razón.














1984
GEORGE ORWELL












Su pluma se había deslizado voluptuosamente sobre el suave papel, imprimiendo en claras y grandes mayúsculas lo siguiente:

ABAJO EL GRAN HERMANO
ABAJO EL GRAN HERMANO
ABAJO EL GRAN HERMANO

Una vez y otra, hasta llenar media página. No pudo evitar un escalofrío de pánico. Por un instante estuvo tentado de romper las páginas ya escritas y abandonar su propósito. Sin embargo no lo hizo, porque sabía que era inútil. El hecho de escribirlo o no, era completamente igual. La Policía del Pensamiento lo descubriría de todas maneras. Winston había cometido el crimental (crimen mental) como lo llamaban. El crimental no podía ocultarse durante mucho tiempo. En ocasiones, se podía llegar a tenerlo oculto durante años enteros, pero antes o después te descubrían. 
Las detenciones ocurrían invariablemente por la noche. Te despertabas sobresaltado, porque una mano te sacudía el hombro, una linterna te enfocaba los ojos y un círculo de sombríos rostros aparecía en torno al lecho. En la mayoría de los casos no había proceso alguno ni se daba cuenta oficialmente de la detención. La gente desaparecía sencillamente y siempre durante la noche. El nombre del individuo en cuestión se esfumaba de los registros; se borraba de todas partes cualquier referencia a lo que hubiera hecho, y su paso por la vida quedaba totalmente anulado como si jamás hubiera existido. Para esto se empleaba la palabra vaporizado.

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—Los proles no son seres humanos —dijo Syme—. Hacia el 2050, quizá antes, habrá desaparecido todo conocimiento efectivo del viejo idioma. Toda literatura del pasado quedará destruida: Chaucer, Shakespeare, Milton, Byron... serán transformados en algo muy diferente y convertidos en lo contrario de lo que eran. Incluso la literatura del Partido cambiará; hasta los slogans serán otros. ¿Cómo vas a tener un slogan así: "la libertad es la esclavitud" cuando el concepto de libertad no exista? Todo el clima del pensamiento será distinto. En realidad, no habrá pensamiento en el sentido en que ahora lo entendemos. La ortodoxia significará no pensar, no necesitar el pensamiento. 
De pronto Winston tuvo la profunda convicción de que uno de aquellos días vaporizarían a Syme. Es demasiado inteligente. Lo ve todo con demasiada claridad. A la Policía del Pensamiento no le gusta la gente así.

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En el pasillo sonaron las pesadas botas. La puerta de acero se abrió con estrépito. O´Brien entró en la celda. Detrás de él venían el oficial con cara de cera y los guardias de negros uniformes.
—Levántate —dijo O´Brien—. Ven aquí. Winston se acercó a él. O´Brien lo cogió por los hombros con sus enormes manazas y lo miró fijamente:
—Has pensado engañarme —le dijo—. Ha sido una tontería por tu parte. Ponte más derecho y mírame a la cara. Después de unos minutos de silencio, prosiguió en tono más suave:
—Estás mejorando. Intelectualmente estás ya casi bien del todo. Sólo fallas en lo emocional. Dime, Winston, y recuerda que no puedes mentirme; sabes muy bien que descubro todas las mentiras. Dime: ¿cuáles son los verdaderos sentimientos que te inspira el Gran Hermano?
— Lo odio.
—¿Lo odias? Bien. Entonces ha llegado el momento de aplicarte el último medio. Tienes que amar al Gran Hermano. No basta con que le obedezcas; tienes que amarlo. Empujó delicadamente a Winston hacia los guardias.
— Habitación 101 —dijo. 
En cada etapa de su encarcelamiento había sabido Winston, dónde se hallaba, aproximadamente, en el gran edificio de ventanas. Las celdas donde los guardias lo habían golpeado estaban bajo el nivel del suelo. La habitación donde O´Brien lo había interrogado estaba cerca del techo. Este lugar de ahora estaba a muchos metros bajo tierra.
Era mayor que casi todas las celdas donde había estado. Winston había sido atado una silla tan fuerte, que no se podía mover en absoluto; ni siquiera podía mover la cabeza que le tenía sujeta por detrás de una especie de almohadilla que le obligaba a mirar de frente. Se quedó solo un momento. Luego se abrió la ventana y entró O´Brien.
—Me preguntaste una vez qué había en la habitación 101. Todos lo saben... La habitación 101 es lo peor del mundo.







CIEN AÑOS DE SOLEDAD
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ










Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos.
El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los nuevos inventos. Primero llevaron el imán. Un gitano corpulento, de barba montaraz y manos de gorrión, que se presentó con el nombre de Melquíades, hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó de ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. 
"Las cosas tienen vida propia —pregonaba el gitano con áspero acento—, todo es cuestión de despertarles el ánima." José Arcadio Buendía, cuya desaforada imaginación iba siempre más lejos que el ingenio de la naturaleza, y aún más allá del milagro y la magia, pensó que era posible servirse de aquella invención inútil para desentrañar el oro de la tierra. Melquíades, que era un hombre honrado, le previno: "Para eso no sirve." 
Pero José Arcadio Buendía no creía en aquel tiempo en la honradez de los gitanos, así que cambió su mulo y una partida de chivos por los dos lingotes imantados. Úrsula Iguarán, su mujer, que contaba con aquellos animales para ensanchar el desmedrado patrimonio doméstico, no consiguió disuadirlo. "Muy pronto ha de sobrarnos oro para empedrar la casa", replicó su marido. 
Durante varios meses se empeñó en demostrar el acierto de sus conjeturas. Exploró palmo a palmo la región, inclusive el fondo del río, arrastrando los dos lingotes de hierro y recitando en voz alta el conjuro de Melquíades. Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo XV con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabozo lleno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer. 

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Macondo era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera del huracán bíblico, cuando Aureliano saltó once páginas para no perder el tiempo en hechos demasiado conocidos, y empezó a descifrar el instante que estaba viviendo, descifrándolo a medida que lo vivía, profetizándose a sí mismo en el acto de descifrar la última página de los pergaminos, como si se estuviera viendo en un espejo hablado. 
Entonces dio otro salto para adelantarse a las predicciones y averiguar la fecha y las circunstancias de su muerte. Sin embargo, antes de llegar al verso final, ya había comprendido que no saldría jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabase de descifrar los pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.










EL NOMBRE DE LA ROSA
UMBERTO ECO














Era una hermosa mañana de finales de noviembre. Durante la noche había nevado un poco, pero la fresca capa que cubría el suelo no superaba los tres dedos de espesor. A oscuras, enseguida después de laudes, habíamos oído misa en una aldea del valle. Luego, al despuntar el sol, nos habíamos puesto en camino hacia las montañas.
Mientras trepábamos por la abrupta vereda que serpenteaba alrededor del monte, vi la abadía. No me impresionó la muralla que la rodeaba, similar a otras que había visto en el mundo cristiano; sino la mole de lo que después supe que era el edificio. En algunas partes, mirando desde abajo, la roca parecía prolongarse hacia el cielo, y capaz de infundir temor al viajero que se fuese acercando poco a poco. Por suerte era una diáfana mañana de invierno y no vi la construcción con el aspecto que presenta en los días de tormenta. Sin embargo, me sentí amedrentado y presa de una vaga inquietud. Dios sabe que no eran fantasmas de mi ánimo inexperto, y que interpreté correctamente inequívocos presagios inscritos en la piedra, el día en que los gigantes la modelaran, antes de que la ilusa voluntad de los monjes se atreviese a consagrarla a la custodia de la palabra divina. 
Mientras nuestros mulos subían trabajosamente por los últimos repliegues de la montaña, allí donde el camino principal se ramificaba, mi maestro se detuvo un momento y miró hacia un lado y otro del camino.
—Rica abadía —dijo. 
Al abad le gusta tener buen aspecto en las ocasiones públicas. Acostumbrado a oírle decir las cosas más extrañas, nada le pregunté. También, porque, poco después, escuchamos ruidos y, en un recodo, surgió un grupo agitado de monjes. Al vernos, uno de ellos vino a nuestro encuentro diciendo con gran cortesía:
—Bienvenido, señor. No os asombréis si imagino quién sois, porque nos han avisado de vuestra visita. Yo soy Remigio da Varagine, el cillerero del monasterio. Si sois, como creo, Fray Guillermo de Baskerville, habrá que avisar al abad.
—Os lo agradezco, señor cillerero —respondió cordialmente mi maestro—, y aprecio aún más vuestra cortesía porque para saludarme habéis interrumpido la persecución. Pero no temáis, el caballo ha pasado por aquí y ha tomado el sendero de la derecha.
—¿Cuándo lo habéis visto? —preguntó el cillerero.— ¿Verlo? No lo hemos visto, ¿verdad, Adso? Pero si buscáis a Brunello, el animal sólo puede estar donde yo os he dicho.
—¿Brunello? ¿Cómo sabéis...?
—Es evidente que estáis buscando a Brunello —dijo Guillermo—, el caballo preferido del Abad, el mejor corcel de vuestra cuadra: pelo negro, cinco pies de alzada, cola elegante, cascos pequeños y redondos pero de galope bastante regular... Se ha ido por la derecha, os digo, y, en cualquier caso, apresuraros.
Yo ya había descubierto hace mucho que mi maestro, hombre de elevada virtud en todo y para todo, se concedía el vicio de la vanidad cuando se trataba de demostrar su agudeza.
—Y ahora decidme —pregunté sin poderme contener—. ¿Cómo habéis podido saberlo?
—Mi querido Adso —dijo el maestro—, durante todo el viaje he estado enseñándote a reconocer las huellas por las que el mundo nos habla, como por medio de un gran libro. 
Así era mi maestro. No sólo sabía leer en el gran libro de la naturaleza, sino también en el modo en que los monjes leían los libros de la escritura, y pensaban a través de ellos; dotes éstas que, como veremos, habrían de serle bastante útiles en los días que siguieron. 

















EL HOBBIT
J.R.R. TOLKIEN










En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante con restos de gusanos y olor a fango; ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer. Era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad.
Tenía una puerta redonda, perfecta como un ojo de buey, pintada de verde, con una manilla de bronce dorada y brillante justo en el medio. La puerta se abría a un vestíbulo cilíndrico como un túnel; un túnel muy cómodo, sin humos, con paredes revestidas y suelos enlosados y alfombrados, provistos de sillas barnizadas, y montones de perchas para sombreros y abrigos; el hobbit era aficionado a las visitas. 
Por alguna curiosa coincidencia, una mañana de hace un tiempo en la quietud del mundo, cuando había menos ruido y más verdor, y los hobbits eran todavía numerosos y prósperos, Bilbo Bolsón estaba de pie en la puerta del agujero, después del desayuno, fumando una enorme y larga pipa de madera que casi le llegaba a los dedos lanudos de los pies, Gandalf apareció de pronto. ¡Gandalf! Si sólo hubieseis oído un cuarto de lo que yo he oído de él, estaríais preparados para cualquier cuento notable. Aventuras brotaban por dondequiera que pasaba, de la forma más extraordinaria.






DEMIAN
HERMANN HESSE








Vi a mi amigo sentado muy derecho y correcto, como siempre. Sin embargo, tenía un aspecto totalmente diferente al acostumbrado; algo que yo desconocía irradiaba de él y le rodeaba.
Creí que tenía los ojos cerrados, pero luego vi que los mantenía abiertos; estaban fijos, no miraban, no veían. Estaban dirigidos hacia adentro, hacia una remota lejanía. Demian estaba completamente inmóvil y parecía que no respiraba; su rostro, de una palidez uniforme, era como de piedra, y sólo su pelo castaño tenía vida. Sus manos descansaban delante de él, sobre el pupitre, inertes y quietas como objetos, como piedras o frutas; pero no blandamente, sino como firme y segura protección de una intensa y oculta vida.

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Cuando me comparaba con los demás, me sentía unas veces orgulloso y satisfecho de mí mismo pero otras deprimido y humillado. Unas veces me consideraba un genio, otras un loco. No conseguía compartir las alegrías ni la vida de mis compañeros.









RETAZOS DE UN BASTARDO
OSCAR NÓBREGAS


































Cristian decidió salir de la buhardilla. No soportaba por más tiempo el aire espeso que respiraba. Se le ocurrió continuar la lectura de aquellas hojas otro día; pero algo en su conciencia le dictaba que debía llegar al final sin más dilación, aunque en esos momentos estaba atenazado por la angustia y comenzaba a sentir miedo. Sentía miedo de la lechuza disecada, de las figuras de vudú, de los espectros goyescos pintados sobre la pared, del cuadro blanco con manchas rojas que le observaba desde el caballete. Incluso comenzó a tener miedo del propio Víctor. Los presentimientos acerca de una extraña muerte empezaron a hacerse cada vez más palpables. 
De pronto se incorporó bruscamente de la cama, agachó la cabeza y observó el hueco umbrío que había debajo de ella. Por unos instantes sintió pánico al pensar que el cadáver de Víctor pudiese estar allí... Se quedó quieto, con la vista fija en una de las patas de la cama. El miedo se apoderó de su mente con ideas calenturientas. Se imaginó cómo reaccionaria si de allí saliese una mano y le cogiese por el tobillo... De repente sintió crujir algo bajo el somier. Pegó un salto hacia un lado y cayó de espaldas sobre la alfombra persa. Se armó de valor, y con el mechero iluminó la oscuridad que reinaba bajo la cama...... Nada que temer. Allí debajo sólo había un montón de lienzos cubiertos de polvo.
Cristian se dio cuenta de que todas aquellas lecturas estaban consiguiendo provocarle brotes paranoicos. Se levantó de un salto, corrió hasta el lavabo y volvió a lavarse la cara con agua fría. Esta vez le pareció insuficiente. Abrió el grifo a tope y metió la cabeza para mojarse el pelo. Mientras el agua le chorreaba por la nariz y la barbilla se miró al espejo. Acercó el rostro y observó que sus ojeras se habían remarcado desde que estaba dentro de la buhardilla. Empezó a ver en sí mismo rasgos de Víctor; su propia mirada le pareció la de él... Cristian apagó la música melancólica de Albinoni y decidió centrarse en el cometido que le había llevado hasta allí. Le vino la imagen de Eva pidiéndole ayuda mientras se abrazaban y eso le hizo sacar fuerzas de flaqueza. Se sentó en la silla, hincó los codos sobre la mesa y continuó leyendo aquellas hojas que para él ya se habían convertido en una especie de maldición.

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Esa misma noche, tumbados sobre la playa de Frouxeira, observábamos el firmamento estrellado. Cayendo del cielo, empezaron a surgir las eternas preguntas sobre la enigmática existencia del universo. Eran las mismas preguntas que todos nos hemos planteado alguna vez a lo largo de nuestras vidas, aunque las respuestas siempre escapan al entendimiento limitado de la inteligencia humana: antes de la materia, del espacio y del tiempo, ¿qué había?...... ¿Cómo empezó todo?...... ¿Por qué motivo empezó?...... ¿Cuál es el origen?......
Todas estas cuestiones me producían una sensación de vértigo infinito. Pero lo que más me impresionaba no era el hecho de pensar que el universo hubiera surgido por una convulsión fortuita, sino saber que un ente llamado Homo Sapiens, el cual comenzó siendo polvo de estrellas, era capaz de preguntarse el porqué de aquella explosión, cuando sus propias partículas formaron parte de ella.
Intentando contestar estas preguntas, me sentía desbordado por la inmensidad del universo. La magnitud de estos misterios hacía que los conceptos humanos me pareciesen vanos. A menudo cerraba los ojos y veía la Tierra flotando entre galaxias perdida en la infinidad del espacio, diminuta y vulnerable como una mota de polvo... Entonces me preguntaba cómo era posible que en una porción de masa tan insignificante pudiese haber tantos problemas... Lo más desalentador era ser consciente de que en el fondo todo da igual. De la misma forma que una vez surgió vida en la Tierra, en algún momento se desvanecerá para siempre.

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Cristian decidió hacer otra pausa en la lectura y se dirigió a la estantería donde estaban colocadas las cintas de música. Eligió el Réquiem de Mozart y se dispuso a ponerlo en el cassette. De repente escuchó pisadas en la escalera de madera. Detuvo la cinta. Los pasos se acercaban cada vez más a la buhardilla. Sintió que alguien se paraba frente a la puerta. Su corazón se aceleró. Tres golpes secos rompieron el silencio. Cristian permaneció estático sin atreverse a respirar. Le vino a la mente el retazo de Víctor donde escribió que alguien había golpeado tres veces en la puerta de la buhardilla. Por un momento creyó revivir la escena como si él mismo fuera Víctor. Pero esa extraña reencarnación se desvaneció, cuando la persona que estaba allí afuera metió la llave en la cerradura. Quienquiera que fuese iba a encontrarle allí metido, rodeado de aquel lúgubre ambiente.
Forcejearon un buen rato pero no lograban abrir. El corazón se le salía del pecho. Tuvo el presentimiento de que era Víctor el que estaba al otro lado de la puerta. Probablemente no podía entrar porque la cerradura estaba viciada. Cristian pensó que sería un desatino dejarle marcharse. Después de tantas horas allí metido era una necedad permitir que su amigo se diera la vuelta y se fuese sin más. Sin embargo no movió ni un solo dedo. Mientras seguían forcejeando, imaginó la puerta abriéndose y tras ella a Víctor. Se vio fundiéndose con él en un abrazo desbordados por la emoción.
De pronto cesaron de forcejear. Tras unos segundos silenciosos se oyó el ruido de un papel deslizándose bajo el resquicio de la puerta. De nuevo se oyeron pasos. Esta vez bajaban la escalera. Cristian se acercó tembloroso hasta la entrada y comprobó que había un sobre negro en el suelo. Rápidamente lo abrió. Su interior contenía una hoja negra de papel de arroz. Desdobló expectante la hoja y pudo contemplar unos signos dibujados de color rojo intenso. Cristian giró el cuello en dirección al techo: eran exactamente los mismos símbolos cabalísticos que Víctor había pintado... Tragó saliva. No sabía qué hacer con aquel dibujo. Por fin se dirigió hacia el estante y cogió el Libro de Esoterismo, dispuesto a guardar allí aquel tétrico sobre negro. Sentado sobre la cama, Cristian abrió el libro al azar. Se quedó paralizado. Notaba que se le helaba la sangre. Había abierto las hojas por uno de los capítulos que hacían referencia a las cábalas. Allí estaban dibujados los mismos símbolos que se hallaban en el sobre... Creyó enloquecer. Por unos instantes pensó en bajar a toda prisa las escaleras para ver quién había dejado aquel misterioso dibujo, pero una fuerza invisible le impidió salir de la buhardilla... Permaneció tumbado sobre la cama, incapaz de moverse durante unos minutos. Después se levantó con una extraña sensación. A pesar de hallarse excitado, notaba que sus pulsaciones eran lentas... Volvió a dejar el Libro de Esoterismo en el estante. Cristian suspiró hondo, puso la cinta de música en marcha, fue a la cocina, rebuscó entre las infusiones y se preparó una tila bien cargada. Tras una pausa de media hora se encendió el último cigarro y reanudó la lectura.




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